Empezó cuando tenia 6 años. Vivíamos en una casa que quedaba en una esquina del distrito de San Miguel. Entrando estaba el garaje que, cuando no estaban los autos, lo utilizábamos literalmente como campo de batalla en el que con mis hermanos y primos, nos sumíamos por horas en combates sangrientos de matagente, 7 pecados, carnavales, guerra de lanzachapas, escondidas, chapadas y etc.
A mano derecha había un jardín con un santuario para la virgen María en la esquina y una pequeña farola negra en medio, que cuando se encendía por las noches daba la impresión de estar en un pequeño parque de la época en la que los automóviles eran una utopía. Sobre la izquierda había una escalera que llevaba al segundo piso, donde vivian mis abuelos. La particularidad de esa casa era que físicamente parecía una sola, pero en realidad eran 2 departamentos que compartían garaje y jardin.
A mano derecha había un jardín con un santuario para la virgen María en la esquina y una pequeña farola negra en medio, que cuando se encendía por las noches daba la impresión de estar en un pequeño parque de la época en la que los automóviles eran una utopía. Sobre la izquierda había una escalera que llevaba al segundo piso, donde vivian mis abuelos. La particularidad de esa casa era que físicamente parecía una sola, pero en realidad eran 2 departamentos que compartían garaje y jardin.
Aquella noche estaba yo sentado en la cocina, cenando apaciblemente con mi familia mientras el televisor que estaba detrás de la cabecera de la mesa en la que estaba sentado mi padre, arrojaba imágenes de Alyssa Milano en “Quien manda a quien?”. Atrás del televisor había una puerta que conectaba con la lavandería. Era un puerta de vidrio mate, de esos que sólo permiten ver siluetas y a la que se ponía seguro presionando el botón que estaba en medio de la manija.
Miré con extrañeza
cuando la puerta se abrió, pues en ese momento estábamos todos en la mesa.
Quien podría abrir la puerta que daba al patio interior?. Tal vez sería alguno
de mis abuelos cuyo departamento tenía conexión
con el nuestro a través de las escaleras interiores que estaban en la
lavandería.
Tenía la cabeza muy grande, de
color naranja, con finas líneas verticales que rodeaban su circunferencia y la
separaban en paños. Tenía los ojos vivarachos redondos y muy grandes, sin
párpados ni cejas. Su ceño fruncido, como quien sabe que va a lograr sin contratiempo
alguno, el daño que se está proponiendo
y que lo va a disfrutar mucho. Su sonrisa calmada pero llena de malicia
coincidía con su mirada.
A diferencia de su gran cabeza,
su cuerpo era delgado pero muy alto, tanto que sobrepasaba la altura del marco de la
puerta. Sus brazos largos eran
simétricamente longitudinales a su cuerpo y terminaban en 2 grandes muñones de
los que sobresalían incontables trozos de paja. No tenia manos.
Apareció en la puerta con su
sonrisa malintencionada. Se acercó muy lentamente los 2 ó 3 metros que lo
separaban de nuestra mesa, deteniéndose detrás de mi padre. Sus movimientos abstractos
hacían parecer que levitara. Nunca dijo nada, sólo se quedó ahí parado
mirándome fijamente con actitud relajada, como si me volviera a ver después de
tiempo.
El primer instante me costó
asimilar lo que estaba viendo, intentando en vano buscar respuestas lógicas para
ello, pero al cabo de un par de segundos caí en cuenta de lo que estaba
pasando. Estaba inmóvil mientras lo miraba, sintiendo como un exorbitante miedo
se apoderaba de mi. Su aterradora cara, que contenía la más lúgubre de las
miradas me paralizó del pánico. Su sonrisa
hacia denotar su seguridad en conseguir lo que venia a buscar.
Mi primera intención fue gritar
como nunca antes lo había hecho, pero no podía emitir sonido alguno. A pesar de mi colapso nervioso,
de alguna forma podía notar que el resto de mi familia seguía con su rutina
habitual como si no ocurriera nada. Al parecer nadie se daba cuenta de su
presencia ni del pánico que me controlaba físicamente y no dejaba que me
moviera. No podía evitar el contacto visual entre él y yo, pues ni si quiera podía
cambiar la dirección de mi mirada y él no me sacaba la vista, como si yo fuera
lo único que estuviera al alcance de su macabra visión.
Nuevamente intenté en vano gritar con todas mis fuerzas para que
se dieran cuenta que ese inmenso y aterrador ser estaba parado en nuestra
cocina, justo al lado del televisor mirándome con intensidad y con una sonrisa
que claramente decía “vengo por ti”. Pero
nunca dijo nada, sólo permanecía observándome impávido, con una sonrisa que demostraba
que estaba regocijándose con mi pánico y sufrimiento.
Luego de unos eternos segundos, se retiró de la misma
manera que llegó, deslizándose hacia atrás, levitando, sin voltear ni dejar de
mirarme, sin cambiar ni un ápice su estructura facial. Sin dejar de sonreir.
Cuando cerró
la puerta, sentí que recuperaba libertad de movimiento. Cuando sentí que la chucharita
de la leche cayó de mi mano hacia la taza, pude inflar mis pulmones para soltar
el incesante y clamoroso grito que necesitaba.
Grité muy fuerte, desde lo más
profundo de mi pecho, con los ojos cerrados para intentar sacar esa terrible
sensación que me había invadido. Pero mas que gritaba no podía aliviar el dolor
interno en el pecho y por un momento pensé que no lograría atenuarlo.
Mientras el agudo y expresivo
sonido salía de mi boca, empecé a sentir ardor de garganta a la par que gotas de
sudor frio bajaban por mi frente y mis dedos se clavaron en las palmas de las
manos por la fuerza con la que había cerrado los puños.
Abrí los ojos cuando la falta de
aliento me obligó a dejar de gritar. La habitación estaba oscura, pero aun así pude
identificar la imagen de la lámpara colgante de Meteoro que veía todas las
noches antes de dormir. Me senté en la cama, empapado en sudor, con las
rodillas temblando y lágrimas en los ojos. Prendí la luz de la mesa de noche
para ver que el reloj marcaba las 3 y 10 am. En ese momento no
lo sabía, pero se dice que esa es la hora en la que nos buscan.
Fui a la habitación de mis padres
y los vi durmiendo tranquilamente, lo que me extrañó pues el ardor que sentía
en la garganta confirmaba que efectivamente había gritado muy fuerte y ellos no
me habían oído. O tal vez si, pero por alguna razón no se habían despertado. Me metí en su cama para dormir con ellos, pues
a esa edad sientes que ese lugar es un castillo inexpugnable para cualquiera que
quiera inferirte algún tipo de daño, inclusive en sueños. Por lo que al momento
volví a caer dormido.
Al dia siguiente no le conté lo
sucedido a nadie. Para mi estaba claro que había sido un sueño, fuerte y
cargado si, pero sólo un sueño. Pero aún tratándolo de esta manera, cada noche que
iba a tomar un vaso con agua a la cocina, una sensación escalofriante me
alarmaba, como si alguien me quisiera coger por la espalda.
Para ir de las habitaciones hacia
la cocina, debía pasar indefectiblemente al lado de la puerta de la lavandería, donde lo había visto. Ahí mismo tenia que encender el interruptor de la luz y
correr hacia mi izquierda que era donde estaba la cocina, dándole de esta
manera la espalda a la puerta de la lavandería. Tenia que caminar como 7 metros
desde que ingresaba al pasillo de la cocina yendo hacia el caño del agua,
siempre dándole la espalda a la puerta de la lavandería. Cuando terminaba de tomar el agua, lavaba el
vaso rápidamente y lo dejaba secando en la bandeja sintiendo que tenia a
alguien respirando en mi nuca. En esos
momentos rogaba porque la luz no se apagara.
Luego debia salír corriendo de la
cocina para pasar la puerta de la lavanderia, al lado de la cual debía apagar
el interruptor de la luz. Corria para evitar ver, en mi camino de regreso, que
esa puerta se abriera y apareciera nuevamente aquel ser. Apagaba la luz y enrumbaba velozmente hacia el
pasillo de las habitaciones. En esa
corta carrera la sensación que alguien me iba a coger por la
espalda para jalarme hacia la lavandería se intensificaba. Así que corria como si me persiguiera el
perro rabioso de los vecinos.
Todas las noches era la misma
historia. Estaba viviendo con miedo permanente. Y en mi propia casa. Sabia que
era un miedo irracional, pues sólo había sido un sueño. Pero la sensación que en
la oscuridad de la noche algo me iba a jalar por detrás era muy real y palpable.
Pasó mucho tiempo asi, sintiendo
un miedo totalmente irracional, pues el ser calabacezco no volvió a aparecer.
Hasta el dia de mi 7º cumpleaños.

Luego de cantar el extranjerisimo
japiverdei, comer torta y seguir volando mi avioneta hasta el infinito y mas allá, me fui a dormir, sin aquella vez
necesitar de la aventura del vaso de agua nocturno.
A mitad de la noche un sonido
seco me despertó. Prendí la luz de la mesa de noche para ver
la hora. Ya que me había despertado, aprovecharía para ir al baño, que estaba
justo en frente de mi habitación. Mientras estaba en el baño volví a escuchar
el sonido, como si un gran y gordo libro de tapa dura cayera de la estantería.
Salí del baño y fui a la habitación de mis padres, que para variar roncaban
plácidamente. Entonces me quedé parado en el oscuro pasillo para ver si oia
dicho sonido nuevamente. Pensaba “por favor no suenes de nuevo, porque de lo
contrario voy a tener que ir a averiguar y no quiero”. Pasaron unos segundos, no
escuché nada. Me tranquilicé y volví a mi habitación. A lo mejor me estaba
imaginando todo aquello, ocasionado por la exagerada ingesta de torta de
manjarblanco.
Me quedé sentado en la cama un
rato antes de apagar la luz. Me di cuenta que no había visto la hora. Eran las
3:10 am. Eché una mirada a la repisa donde estaba mi
avioneta amarilla, reluciente. Apagué la luz y me recosté tapándome hasta el
cuello, me di vuelta y me acurruqué en un rincón mirando a la pared en la cual
estaba pegada mi cama, dándole la espalda a la mesita de noche.
Mi mente empezó a vagar
velozmente en la inmensidad del infinito, inequívoco signo que me estaba
quedando dormido.
PAFFFF!!!
Nuevamente el maldito sonido. Ni
si quiera llegué a dormirme. Que mierda está sonando tan cerca de mi???
Despierto, pero con los ojos cerrados, esperé sin moverme para que todo se
solucione sólo. Busqué las voces de mi familia hablando sobre el golpe. Nada.
Todos seguían dormidos.
Decidí no moverme ni abrir los
ojos y esperar a quedarme dormido. A la mañana siguiente se me habría olvidado.
Empecé a sentir escalofríos, así que me acurruqué un poco más, envolviéndome en
las mantas, pegándolas a mi cuerpo.
Pero contrario a lo que buscaba,
sentía mas frio aún. No importaba, prefería morir de frío a ir por un suéter.
PAFFFF!!!
Mierda! ahora sí que lo sentí en
mi oreja. Y estaba temblando de frio. Decidí volverme para ver que estaba
sonando, pero me había acobijado tanto que se me hacia difícil darme la vuelta
para prender la luz. Luego de una pequeña lucha con las mantas, logré
desenvolverme de ellas y darme vuelta.
Al abrir los ojos estaba ESO parado
al lado de mi cama, viéndome con la misma sonrisa macabra y mirada aterradora.
Nuevamente quedé paralizado por el miedo. No podía gritar, no podía llorar, no podía
moverme. Cuando me quedé totalmente inmóvil, levantó sus largos brazos y se
inclinó hacia mí con inequívocas intenciones de llevarme con él. Siempre con la macabra sonrisa, como sabiendo
perfectamente lo que estaba haciendo y como iba a terminar la historia, y con
la mirada mas fúnebre de todas, que inspiraba terror.
Mientras se acercaba a mi, pude
ver como donde debía tener las manos, sólo habían puñados de paja, que iban cayendo a mi cama.

Cuando tuve su cara muy cerca sentí su escatológico olor. Entonces abrí los ojos. Estaba temblando y
bañado en sudor. Me dolía el cuerpo como si me hubiera pasado un tren por
encima. Pero esta vez no había ardor en la garganta. Asustado más que aquella
primera vez, logré incorporarme de mi cama. Era de dia.
Por segunda vez había soñado con
ese ser tan horrible. Y esta vez fue mas real, hasta pude olerlo. Me levanté
para ir al baño. En el camino pensaba en el sueño y me sentía aliviado de que
sólo había sido eso. Me sentía feliz que ya fuera de dia. Me sentí feliz de
sentir que mi familia ya se estaba levantando.
Que alivio se siente el despertar
luego de una profunda pesadilla que parece tan real. Tal vez debía contarle mis
sueños a alguien. Mientras pensaba esto, volví a mi habitación y me quedé
perplejo con lo que vi.
Montones de paja suelta en mi
cama.....
Valiente no es aquel que no tiene miedo, valiente es aquel que actúa a pesar del miedo.
Valiente no es aquel que no tiene miedo, valiente es aquel que actúa a pesar del miedo.
:)
ResponderEliminarQue te pareció? se aceptan crítcas
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