Este se trata sobre una chica a
la que le gustaba tener muchos amigos y planes por hacer. Era muy coqueta y
preocupada por su imagen, trataba de ir como princesita a todos lados
proyectando una sensación de perfección desde el primer pelo, hasta la última
palabra gentil, cordial y altruista que expresaba. Le gustaba llevarse bien con toda la gente y
se esforzaba por ello.
Sin embargo, a pesar de parecer
una contradicción, le era difícil iniciar nuevas relaciones de confianza. Tenía
muchos amigos pero estos habían sido procesados con el tiempo, cuando se
aseguraba que la confianza que le demostraban era real. Hasta que ese punto
llegaba, le costaba abrirse, se le hacía difícil romper el hielo. Pero cuando
esto sucedía, se volvía muy extrovertida.
Para lograr aumentar su velocidad
en crear vínculos sociales, estaba siempre dispuesta. Tenía la necesidad de
quedar bien con todos, necesitaba caer bien. Lo normal era que cuando recibía
un ofrecimiento o demanda, su respuesta por defecto era de complacencia hacia
el ofertante para evitar un mal recibimiento de su negativa por parte del
espontáneo.
En una ocasión regresaba a casa
luego de un día pesado en el trabajo y le dolía la cabeza. La combi que la llevaba
de regreso a su casa recorría toda la Javier Prado hasta el óvalo del estadio
de Gremco y estaba full. Estaba en hora punta y le esperaba un largo recorrido
desde San Isidro hasta la Molina. Iba de pie, encorvada y con el cobrador a su
costado que le decía que vaya para el fondo, que ahí había sitio. El fondo
estaba a un metro de su posición y en el cual habían 6 personas más en su misma
situación.
Cuando la combi llegó a la
intersección de Javier Prado con Aviación, se bajó un encantador número de
pasajeros. Fue entonces cuando vió vacío el sitio en el cual se sentaría los 30
minutos más que le quedaban de viaje. La
calidez del asiento dejada por su antecesor usuario normalmente le daba un poco
de repulsión, pero esta vez, el cansancio, el dolor de cabeza y de columna por
estar encorvada durante 10 minutos, le hizo agradecer tal privilegio.
Se sentó, cerró los ojos y de a
pocos sintió que el ruido de la ciudad se alejaba, el dolor iba diluyéndose y
en su mente empezó a tomar forma el delicioso plato de comida que le esperaba
en casa, según su madre le había comentado por whatsapp.
Con el plato formado en su mente,
pero antes que sentir el olor que debía emanar, un pequeño golpe en el hombro
la sacó del trance. Abrió los ojos y vió a una chica de unos 28 años, encorvada
como había estado ella hace pocos segundos. Era Carla, trabajaban en diferentes áreas de
la misma empresa.
- Hola Jessica! Te ví hace un rato pero por la cantidad de gente no te pude saludar, Oye no sé si te contaron, pero tengo la rodilla mal y me está doliendo. Me puedes ceder el asiento?
A Jessica se le cruzaron 14
formas de mandarla por un tubo. Había logrado ese sitio en un dia difícil y la
otra, que ni era su amiga le venia con el cuento de la rodilla.
- Hola Carla, claro, no te preocupes, siéntate y cuida la rodilla.
Jessica llegó a su casa encorvada, con mucho dolor de columna y cabeza y casi no saboreó el plato de fideos que le habían preparado.
Así era Jessica, no podía decir
que “NO”, porque quería quedar bien. Y Carla lo sabía, pues en la empresa se
había corrido la voz que Jessica era una persona dispuesta. La cargaban de
trabajo, le exigían plazos exagerados, le pedían prioridades y ella siempre
decía que si. Incluso su jefe ya sabía a quien pedirle trabajo en sobretiempo
no remunerado.
Muchas veces nos pasa lo mismo
que a Jessica. Con tal de buscar aceptación, no crear problemas o no quedar
como antipáticos, anteponemos las necesidades de los demás a las nuestras.
El “NO” es una declaración muy
poderosa, que luego de ser dicha, cambia la realidad, transforma el mundo.
Debemos tener presente que el “NO” genera valor en la persona que lo dice,
proyecta seguridad y firmeza.
Cuando una persona dice que “NO”
ante una solicitud o demanda, está poniendo de manifiesto que esa persona se
considera más importante que las opiniones que los demás puedan hacerse de la
persona que lo verbaliza. El “NO” eleva la dignidad de la persona, demuestra
mucho respeto hacia si mismo, muestra seguridad y compromiso con sus valores e
intereses.
Todas las personas tenemos el
derecho a no aceptar la realidad de como vienen las cosas, de no aceptar lo que
nos toca, de crear una realidad mejor para nosotros mismos. Todos tenemos derecho
a rechazar las demandas de los demás por considerarlas que van en contra de
nuestro beneficio.
El “NO” genera respeto en si
mismo y seguridad en quien lo dice. Por el contrario, si alguien quiere decir
que “NO”, pero dice que “SI” y acepta, está vulnerando su propia dignidad, el respeto
hacia si mismo, ya que declara que las necesidades de los demás son más
importantes que las suyas.
Una persona que no tiene temor a
decir que “NO” a aquellas demandas o propuestas que no le provoca aceptar,
genera respeto en si mismo y genera respeto en los demás, ya que verán a esta
persona como un ser que se aprecia, que se valora y que sabe que es el ser mas
importante en su vida, tal y como somos cada uno de nosotros en la nuestra.
Por el contrario, una persona que
no puede decir que “NO”, proyecta una imagen de inseguridad, de poco valor
propio y de necesidad de aceptación externa.
Claro que el decir que “NO” puede
tener un precio alto por pagar. Hay quien pueda sentirse ofendido por el
rechazo o verla como una persona poco colaboradora. Pero aquí debemos
diferenciar quien tiene el problema, si la persona que dice que “NO”, o aquella
que se siente ofendida por el “NO” del autor.
Claramente, si alguien tacha a
una persona por decir que “NO” a un ofrecimiento o demanda, será aquél quien
tenga un problema de resentimiento y necesidad de ver sus demandas cumplidas.
Se trata de una persona poco flexible y que aun no cae en cuenta que el mundo
no gira alrededor suyo. Si ante un “NO” hay un problema, no será del que lo
verbaliza, sino de quien toma el mensaje como rechazo o descortesía.
Todos tenemos el derecho a
negarnos a hacer cosas que no queremos. Somos seres autónomos y como tales
debemos ser los primeros en respetar nuestros derechos e intereses.
Pero no sólo se trata de como nos
ven los demás cuando declaramos negativamente ante algo que no queremos, se
trata del respeto y el valor intrínseco que nos generamos a nosotros mismos cuando
somos capaces de seguir firmes ante nuestros intereses.
El “NO” es una declaración muy
poderosa que nos define como personas que nos respetamos y valoramos nuestra
dignidad e intereses. Y además proyectamos en los demás, el valor que nos
tenemos y será respetado por ellos.
Al respetarnos a nosotros mismos,
seremos ineludiblemente respetados por los demás. Crearemos una figura de valor
que todo el mundo verá.
Somos quienes creamos la realidad
en la que vivimos, y al verbalizar un “NO” estamos creando la certeza de persona
que se valora a si misma por sobre la importancia de la opinión que generemos
en los demás por realizar dicha declaración.

Para finalizar, es muy importante
tener presente que además de verbalizar el “NO”, hay que saber como lo hacemos. La tonalidad es muy
importante. Un “NO” gesticulado y acompañado de una sonrisa sería más adecuado
que un “NO” rotundo y seco.
Somos responsables de lo que
decimos y de cómo lo decimos, pero no somos de ninguna manera responsables de la
conveniencia ni comodidad de los demás,
ni de sus necesidades de girar el mundo a su ritmo.
Fuente: Ontología del Lenguaje - R. Echeverría
Fuente: Ontología del Lenguaje - R. Echeverría
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