Fabiana habia
estudiado en uno de los mejores colegios de Lima. Dirigido por una congregación de monjas, este
colegio sólo para mujeres, estaba
ubicado en una de las mejores zonas residenciales de la capital. De familia acomodada, Fabiana gozaba además, de
aquella popularidad de chica atractiva y simpática, que las mujeres quieren
copiar y los hombres conquistar. Pasó por una de las universidades más caras y
de prestigio de Lima, en la que su popularidad fue diluyendo poco a poco,
conforme llegaban sus últimos exámenes universitarios.
Consiguió un
puesto en una empresa rankeada en GreatPlaceToWork, en la cual su carisma le
generó un vertiginoso ascenso. Era
guapa, agradable, joven y feliz. Tenia un buen trabajo y justo acababa de lograrse
un novio de película, de esos que siempre usan la camisa dentro del pantalón, con
la chompa sobre los hombros con amarre de mangas delantero y pocas veces decía
lisurotas.
Un buen dia,
sus amigas de la oficina empezaron a cuestionar su sospechoso crecimiento laboral.
Había varias cuya experiencia y producción era mayor que la de Fabiana, pero
tuvieron que resignarse a verla crecer a ella. Empezaron a hablar y a exagerar.
Y a estas deliciosas tertulias matutinas, en medio del café con tostada
íntegral y queso fresco, se unieron otras que sólo querían cotorrear y meter
candela. Así empezó el bombardeo.
Mientras ellas
eran consumidas por la envidia y la resaca sentimental, Fabiana empezó a
hundirse en un remolino de resentimiento. Su carácter cambió, ya no era la
chica simpática de antes, ahora sonreía menos y resoplaba más. Su trabajo de
ensueño dejó de serlo y empezó a sentir el peso de la responsabilidad de llevar
la fiesta en paz, a pesar que en el fondo no quería hacerlo. Empezó a agarrarles tirria a sus amigas, y separó lo laboral de lo social. Ya no
llegaba sonriendo las mañanas, por el contrario llegaba con el escudo, a la
defensiva para que no le afecten los ataques, pues desarrolló un sentimiento
adverso, que imaginaba ser víctima de los dardos de todas las mujeres de la
empresa.
Sin darse
cuenta, se volvió dependiente de sus creencias negativas, tanto así que la
mayor parte del tiempo que pasaba con su Kenionico novio, se quejaba y rajaba
de aquel grupito que, según ella, le había dado la espalda. Hablaba de sus
resentimientos, de envidia, de su mala suerte, de lo mal que andaban los demás.
A tal punto que un dia el galán, atormentado por el constante discurso negativo
y obtuso de la otrora princesa, decidió
tomar nuevos rumbos y volver por donde vino, lo que hizo que ella, genere en su
cabeza, más rencor por la vida.
Del
resentimiento pasó al odio, que la llevó luego a la irritabilidad. Se había
vuelto muy renegona, irascible, criticaba todo lo que no concordaba con su
opinión, atacaba todo lo que no entendía y todo lo malo era culpa de los demás.
En su trabajo se había acostumbrado a dar órdenes en lugar de solicitar
favores. Era una jefa, pero no una líder. Y la gente no quería trabajar con
ella y Fabiana se dio cuenta. Pero pensaba que era culpa de los demás.
En pocos años
pasó de ser feliz y agradable, a ser una
de esas personas mal humoradas peleadas con el mundo, estacionándose en los
sitio de discapacitados y criticando a los que pasaban por su lado. La hostilidad
había tomado el control.
Empezó a
acudir al médico a menudo, pues la gastritis y la migraña eran cada vez más frecuentes.
El médico le recetaba la medicina
correspondiente, pero siempre le repetía que debía relajarse y cambiar un poco
su actitud.
En una de esas
tantas visitas al médico, le diagnosticaron una enfermedad terminal. Su
constante secreción de bilis había dañado uno de sus órganos principales. Y ya
no había vuelta atrás.
Hace algunos
días ha estado dando vueltas en las redes sociales un artículo sobre el poder
que tiene el pensamiento para curar malestares físicos, lo que incluso se dice
es más efectivo que los medicamentos.
En dicho
artículo, se exponen los experimentos incluidos en el libro “Biología de la
Creencia” del biólogo celular Bruce Lipton.
El doctor
Lipton concluye que la creencia subconsciente
es tan fuerte que puede causar enfermedades físicas por la creación y
segregación de sustancias químicas dañinas para el cuerpo, que con el tiempo pueden
generar enfermedades terminales e incurables; o por el contrario puede evitar
la formación de las mismas y mantener el cuerpo en un estado de salud óptimo. Todo depende de la actitud que uno tenga.
Contrario a lo
que mucha gente piensa, no son los sentimientos los que originan nuestros
pensamientos, sino al contrario. La mente subconsciente actúa por si misma a
través de patrones que le hemos indicado a lo largo de nuestra vida. Todos
nuestros reflejos físicos están controlados por ella. Respiramos, salivamos, estornudamos,
tosemos, soñamos y un largo etc. por orden de la mente subconsciente.
Si durante nuestra vida ocupamos
nuestra mente con pensamientos negativos, se creará un patrón que hará que ante
cualquier situación posterior parecida, nuestro subconsciente empiece a pensar
de la misma manera y esa es la razón por la cual, de la nada nos empezamos a
sentir mal. Es un acto reflejo de la mente subconsciente.
¿Qué pasa cuando sin darnos
cuenta, nos ocurre una situación parecida a una anterior que habiamos guardado
como desagradable en un archivo de nuestro disco duro? Pues el disco duro reacciona
abriendo dicho archivo y reaccionando como aquella vez.
Y una vez que el archivo se abrió, nos
sentimos mal y es ahí cuando incluimos a nuestra mente cognitiva y voluntariamente
comenzamos a pensar en negativo. Es la razón por la que creemos que pensamos mal
después de sentirnos mal. Como diría el chavo, que bruto póngale cero. Se trata de un círculo vicioso que se creó mucho antes y que
ahora está produciendo frutos.
La actitud
negativa produce químicos que dañan nuestro cuerpo. Sentimientos como envidia,
resentimiento, ira, odio, miedo, inseguridad, tristeza, etc generan lo que
comúnmente denominamos bilis, que afecta nuestros órganos y hace que nos
enfermemos más de lo que deberíamos. Por el contrario, actitudes positivas y
pensamientos constructivos nos empoderan y llenan de energía y salud.
Debemos crear
patrones nuevos dentro de nuestra mente subconsciente para evitar futuros
sentimientos negativos que perjudiquen nuestra salud y lo podemos hacer
forzándonos a pensar de forma constructiva y positiva ante todas las
situaciones que nos pasan. Al cambiar hábitos mentales se creará un molde nuevo
y poco a poco iremos eliminando nuestros sentimientos negativos y la mente
subconsciente empezará a cambiar la forma en la que nos sentimos.

Son las
creencias, positivas o negativas, las que determinan como nos sentimos. Es la
enorme fuerza del pensamiento. Si pensamos profundamente que nos vamos a
enfermar, es posible que lo hagamos. Igualmente, si pensamos en forma intensa
que somos muy fuertes, lo seremos tanto como lo necesitemos. Todos hemos oído historias
de alguna madre que desarrolló una enorme fuerza física para salvar a su hijo
en peligro. Lo que en verdad tenía desarrollada esa madre, era el poder de la
mente que le decía que si podía superar esa situación.
Ya no sólo se
trata de adoptar una actitud positiva para disfrutar de la vida y caerle bien a
la gente, también está demostrado científicamente que la actitud positiva
previene enfermedades y la negativa las promueve.
No sólo Lipton
ha llegado a esas conclusiones, mucho antes autores como Aristóteles, Nietzche, Napoleón Hill, Joseph Murphy, Viktor
Frankl, Thomas Hamblin, entre otros (incluyendo la filosofía budista) postularon
las mismas creencias. Creencias que ya deberíamos tomar como verdad absoluta.
La energía
positiva cura, mientras que la energía negativa mata. Y la energía de nuestro
cuerpo proviene de la mente. Será por ella que nos enfermemos, o será por ella
que seamos saludables. Depende de la actitud de cada uno.
Todos podemos
enfermarnos, pero la gente con una actitud negativa están más propensos a ello.
Hay muchos estudios científicos que respaldan esta teoría.
Piensa bien y
serás feliz. Sé feliz y tendrás energía. Ten energía y tendrás salud.
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