Desde
niño quise ser abogado. Veía en las películas y series de televisión a aquellos
letrados con sus trajes Armani y sus debates bien lúcidos ante un Jurado
expectante que debatía arduamente hasta darle la razón al abogado que tenia la
corbata Ermenegildo Zegna y luego del veredicto la gente lo aplaudía y venia la
chica guapa y le plantaba tamaño beso para dar pase a las letritas “The End” y
los créditos de la película.
Con
esos ejemplos quien no querría ser abogado?? Crecí con esa imagen del abogado
exitoso, guapo, millonario y feliz.
Hasta ahora mismo, creo que decir que uno es abogado o médico suena un
poco mas impresionante que decir otra profesión, sin desmerecer a ninguna de
ellas. O tal vez esa idea tenga cada quien de su profesión.
Pero
luego va uno a la facultad de derecho, haces los trámites que te pide la
currícula, entre los que se encuentra estudiar para los exámenes. Terminas la
carrera y te dan automáticamente el bachillerato. Así sin más, apruebas todos
los cursos de la carrera y ya eres un bachiller en derecho. Claro que esto no
te sirve para nada, pero te acerca cada vez más al título.
Luego
sacas “fecha”. Sacar fecha es ir a la facultad y pedir dia para dar el examen
de grado, con el que te darán el título, si es que apruebas, claro. Que te den
fecha es como que te aprueben el crédito hipotecario. Saltas de felicidad, pero
te pones mas nervioso porque a lo mejor no puedes terminar de pagarlo y tu
record crediticio se va al garete de por vida.