martes, 15 de abril de 2014

Corre lola, corre

Todavía no estaba de moda cuando empecé a los 22 años. No porque tuviera ganas sino por necesidad, ya que mis fines de semana eran muy movidos.  Salía como mínimo los viernes y sábados hasta el desayuno en la tia veneno de turno o en el hiperfamoso  Campeon de la Av. Aviación, donde a partir de las 4 am tenias que hacer cola para comerte un muy sospechoso sánguche bañado en salsas que ni con 5 servilletas te salvabas de ahogarte en ellas y apuntillado con corteza frita de papa, que le llamaban dulcemente “papitas al hilo”, pero en realidad era sólo hilo pero nada de papitas.

Las madrugadas mas delicadas iba uno a saber como terminaba comiendo los tacos con frejoles en la carcochita (con aceite extra usado por décima vez en la última media hora). Otros avezados preferían enterrar pico en el caldo de gallina 24 horas de la av. Aramburú.

Lo que tienen en común todos estos sitios, es que si algún dia cometías la osadía de comer en  pleno uso de tus facultades (porque la otra vez a las 7 am estuvo buenazo, te acuerdas?  te sopló tu traidora y perruna conciencia),te prometías nunca mas castigar tan cruelmente a tu sistema digestivo, que seguro alguna vez se rebeló con justa razón y te recordó, por las malas, quien mandaba.

Ello sumado a la intensidad con la que vivia y que me obligaba a beber como si de eso dependiera la producción de oxigeno del planeta, con la guinda de la cantidad de erógenos que fumaba, alrededor de 2 cajetillas por fin de semana, una el viernes y otra el sábado; producía una rajona dolorosa de la que pensaba que nunca me recuperaría y que  hacia que le prometiera a la Sarita que si salia vivo de esa sería voluntario en la próxima Teletón o campaña de ponle corazón. Y sin embargo  fumaba poco en comparación con la mayoría de mis fieles compinches de trasvase de alcohol de la destiladora hacia la garganta.

Es por ello que los domingos eran de literal resurrección que con el tiempo se fueron extendiendo también a los lunes. Los domingos sólo atinaba a comer y dormir y con un poco de suerte llegar medianamente lúcido a la noche para ver  “Goles en Acción” (y lo que daban después, si es que guardaron el secreto), que sería mi actividad productiva del dia. Así, tal cual sin exageración.

El lunes mi sistema motriz empezaba a reactivarse con cautelosa lentitud. El caminar leeeento, reaccionar al tercer bocinazo requiriéndome que salga de la pista del carro que estuvo a punto de atropellarme. Situación que insertaró mi estúpida creencia de odio hacia los lunes.

Hasta que un dia me di cuenta que no podía subir 3 pisos por las escaleras porque llegaba fulminado de cansancio por la falta de aire y exceso de ..…. mmm digámosle “sánguches con todas sus salsas transformados en energía blanda corporal que sólo servía como pretexto para comprar cinturones nuevos” . Y  tenia 22 años.

Por aquella época yo tendría aproximadamente unos 6 años yendo al gimnasio que quedaba atrás de mi casa, así que no era una persona sedentaria, al contrario juraba y perjuraba que estaba siempre listo para una convocatoria de última hora para representar a mi país en cualquier disciplina de las olimpiadas especiales. Porque además de ello, era regular participante de los campeonatos de futbol de los cuales me enteraba, al nivel que muchas veces primero me inscribían y luego me avisaban que tenia que jugar.

Al darme cuenta que me agitaba por subir unos insignificantes escalones, comprendí que no era el sport Billy que me imaginaba. Normalmente iba caminando al gimnasio quedaba a unas 4 cuadras de mi casa, pero después de aquella experiencia empecé a ir corriendo para botar las toxinas que me empujaba. La respuesta fue peor de lo esperado. Esas 4 cuadras las terminaba hecho polvo. Con dolor lumbar y todo. 4 cuadras!!! Y si, contrario a lo que pensaba, a mis 22 años tenia la resistencia física de una persona de 80.

Se me hizo rutina correr esas 4 cuadras, hasta que luego de un tiempo me quedaron chicas y aumenté la distancia con el parque que estaba en frente del gimnasio.  Una vuelta al parque y las 4 cuadras hasta casa y sentía que echaba las toxinas del fin de semana. De a pocos empecé a tener mas resistencia y empecé a sentirme bien, me cambió el humor, sonreía mas y ya no me cansaba al subir las escaleras. Hasta que un dia se me acercó el dueño del gimnasio y sonriente me preguntó:


  • Oye cuantas vueltas le das al parque?
  • DOS! (nótese entonación orgullosa)
  • Jajajajaja
Me dio una palmadita en el hombro, se dio media vuelta y se fue burlándose de mis 2 vueltas al parquecito de 300 metros. Pero porque se rie este? Que quiere que corra 1 km? Estará loco 1 km! ya no se cuenta en metros sino en KILOMETROS! La medida que te indica donde está la playa a la que estás yendo hace 1 hora en carro.

Seguí corriendo mis vueltitas mientras que lentamente iba aumentando la distancia. Hacía rato había cumplido el objetivo inicial que era limpiar las toxinas, pero la sensación al terminar de correr era tan deliciosa que seguí y seguí. Entrenar en el gimnasio,  jugar futbol, practicar artes marciales, correr tabla, jugar frontón, jugar Ping Pong, jornadas de Play Station, hacer taxifuga o cualquier otro deporte que hubiera probado, no se comparaban con la exquisitez de correr. Era de lejos, mucho mas placentero. Así me fui enganchando.

Luego de algún tiempo decidí probar en las ligas mayores:  el pentagonito.

El primer dia aún corría en buzo, polo de algodón y zapatillas nada recomendables para el trote. Hice 800 metros. Ahora que lo pienso me da risa también, como aquella vez riose de mi el dueño del gimnasio. Pero igual la sensación de placer era como uno de aquellos momentos que te sacan conejo y te dejan despeinado.

De a pocos fui aumentando mi distancia, entrando en conocimiento de técnicas y accesorios para correr. Cambié el buzo por un short, el discman por un reproductor MP3 y las zapatillas viejas de calle por zapatillas de correr.

Las endorfinas y serotoninas que liberas son tan adictivas que sigues y sigues y tu cuerpo aumenta en masa muscular y resistencia cardiovascular. Cada vez se te hace mas corto el tramo y mas intensa la sensación de bienestar y placer.

Esto hizo que paralelamente mi rendimiento en el gimnasio mejorara, que bajara mi porcentaje de grasa corporal, ya no habían esas pesadas jornadas del lunes zombie, aumentó mi energía considerablemente y hasta dormía mejor. Y obviamente y sin habérmelo propuesto, fumaba muchísimo menos que cuando empecé.

Cada vez mi distancia aumenta y mis tiempos disminuyen. El único “pero” que le pondría es que la necesidad de correr es cada vez mayor y a veces antepongo mi rutina a mis actividades sociales. Te sonaría ridículo escuchar “no voy a la reunión, porque prefiero correr”? Pues tal cual.

Con la experiencia uno se va volviendo mas exigente consigo mismo. Y lo que al inicio fue un hobby sin mayor exigencia, ha mutado a una competencia con mi “yo” de ayer. Osea tengo que hacer mejor tiempo del que hice ayer. Y al exigirme entro en debate conmigo mismo, pues cuando estoy en nivel de exigencia mi cuerpo me implora que disminuya la intensidad y yo no lo quiero hacer. Por mas exhausto que esté, tengo que seguir y mejorar.

Y es normal que mi mente subconsciente me diga que ya no puedo, que estoy muy cansado y que mejor bajar el ritmo, a lo que mi respuesta es que sí puedo, que siempre puedo dar más, que a pesar de estar a punto de caerme de cansancio, sé que lo voy a hacer. La primer señal de cansancio y orden de rendición nunca son definitivas. Siempre se puede dar más.

Es un hábito con doble beneficio, pues por un lado mejora mi estado físico y por otro mi estado mental, me hace resistir  y persistir cuando mi cuerpo hace rato pide “chepi” y quiere renunciar.

Cuando corres limpias tu cuerpo, pierdes o mantienes tu peso, aumenta tu energía, bajas tu nivel de ansiedad, duermes mejor, te vuelves mas ágil y aceleras tu metabolismo. Además disminuyes el riesgo a contraer enfermedades, alivia el estrés, aumenta tu autoestima y tu salud mental. Te vuelves mas disciplinado y mas perseverante, acostumbras a tu mente a nunca bajar los brazos y le demuestras que puedes lograrlo a pesar de estar fundido. 

Anímate, pruébalo. Correr es fácil, sólo necesitas un parque para empezar, lo puedes hacer a la hora que quieras y es gratis. Eso sí, recomiendo encarecidamente invertir en buenas zapatillas cada 600 kms. Seguro que te sentirás mejor que con otros deportes que has probado. 

No lo hagas sólo para bajar de peso. Hazlo para superar tus límites. Y nunca te rindas.



Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, en ambos casos tienes razón. - H. Ford.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dejame tu comentario! Gracias por leerme!