Hacia 5 meses que
habia vuelto de España. Habia vivido allá los últimos 4 años y recién estaba
reinsertándose en Lima. Todos sus amigos tenían ya un ritmo de vida al cual él
tenia que ir acomodándose. Muchos ya estaban casados y con hijos, así que ya no
los tomaba en cuenta para salir.
En España no se
hablaba nada de ingles. Sólo cuando se cruzaba por ahí con alguno de los
muchísimos turistas que hay, podía hablar inglés. Lo que mas había era guiris,
palabra que sirve para definir a los estudiantes extranjeros no
hispanohablantes. Pero ellos quieren hablar en español, así que cuando se les
intentaba conversar en inglés, ellos pedían que sea en español, porque tenían que
practicar.
Entonces el inglés casi
no se usaba. Cuando iba al cine, todas las películas estaban traducidas, cuando
veía tele, las películas traducidas, cuando oia radio, los títulos de las
canciones traducidas al español o en el mejor de los casos, pronunciada en su
nombre original en inglés pero de una forma que haría que Shakespeare se
revuelva en su tumba.
Fue así que al
llegar a Lima, Darío se dio cuenta que había perdido un poco su habilidad para
el inglés. Así que decidió volver a
matricularse en el instituto de inglés de toda la vida.
Le hicieron un
examen de calificación y en contra de lo que pensaba, cayó en Avanzado 2. Pero no había curso en el horario que quería,
solo había por la mañana o por la tarde. La encargada le dijo que tenia un
Avanzado 1 por la noche, si quería bajaba un nivel y se ponía en ese. Dario
pensó 5 segundos para decidir bajarse un nivel y agarrar el horario de la
noche.
El curso empezaba a
las 7:40 pm. El profesor que le había tocado era uno todo gordito y medio
amaneradito. El nivel del instituto era algo bajo, así que el primer ciclo lo pasó
sin problema alguno, más aburrido que divertido. Pero Darío no estaba ahí para
divertirse, estaba ahí para mejorar su inglés.
El primer dia del
segundo ciclo decidió llegar temprano, para coger el sitio más cómodo del salón. Esto
era importante ya que se sentaría ahí todo el ciclo.
El salón quedaba
justo en frente de las escaleras del segundo piso, por lo que mientras iba
subiendo, la puerta del mismo aparecía de a pocos ante sus ojos. Cuando terminó
de subir, vio a una chica sentada en la primera carpeta, justo delante de la
puerta.
Estaba distraída
leyendo sus libros de clase, nerviosa o tímida por empezar una nueva clase con
gente que no conocía. Prácticamente tenía metida la cara en el libro. Cuando
Dario entró al salón, ella alzó la vista.
Cruzaron miradas por 1 segundo,
tiempo suficiente para que él se asombrara de lo bonitos que eran sus ojos y
pensara “uy, tu quien eres?”.
Se sentó en
cualquier carpeta, olvidándose de cual había sido la intención de llegar
temprano. Como ella estaba sentada en la primera carpeta, era fácil de mirar. Y
él la observó un rato para tratar de descifrarla. Tenía el pelo negro, largo y
bien cuidado. Era flaquita y estaba vestida relax, zapatillas y jean, lo que le
gustaba a él.
Durante la clase, cada vez que le preguntaban, ella respondía dudosa,
nerviosa, con miedo de equivocarse, con una voz ronquita y los cachetes se le
ponían colorados.
“que linda! pensó Darío.
Al terminar la
primera clase, se fue aliviado, tranquilo. Había estacionado su carro justo en
la puerta del instituto, gracias a que llegó temprano. Subió, prendió el motor
y cuando iba a retroceder, la vió salir por la puerta y otra vez se la quedó
viendo. Tenia el cuerpo simétrico, cuello largo y hombros amplios. Tenía pelo
negro y lacio, los ojos verdes y los
labios rojos.
Oye la miras mucho, no? – dijo la voz en su cabeza.
Y se llamaba Alba,
un nombre que siempre le había gustado. Alba.
Con el pasar de los
días en clase, Alba iba agarrando confianza, la timidez fue desapareciendo, y de a pocos asomaba su verdadero Yo. En realidad era un huracán, inquieta,
traviesa, incluso intimidante.
Dario la miraba con
especial atención mientras ella participaba en clase. Luego de lo cual se
recriminaba, pero no por mirarla, sino por disfrutar cuando lo hacia.
Una clase, más por
voluntad que de coincidencia, terminaron sentados en carpetas contiguas, por lo
que tuvieron que trabajar juntos. Era la primera vez que hablaban directamente.
La química, tímida al inicio, se empezó a manifestar.
Llegado el dia del
examen de fin de curso, el profesor organizaba a los alumnos en como deberían
sentarse. Curiosamente, le pidió a Alba ocupar la carpeta delante de Dario.
Ella se acomodó en el sitio que le habían indicado, y mientras esperaban que
comience el examen, Alba volteó y le dijo a Dario que no había estudiado.
Conversaron un
rato. Hasta que empezó el examen.
Darío se dio cuenta
que su respiración se había acelerado y estaba inquieto. La primera impresión
de Alba, cuando la vio tímida en su carpeta leyendo sus libros, había estado equivocada.
Al contrario de lo que pensó, era una chica muy desenvuelta y con mucha
personalidad. Y eso lo intimidaba.
Siempre lo habían intimidado las chicas con personalidad deslumbrante, y Alba
la tenía.
Darío se quedó
mirando como su pelo caía por su bien formada espalda. Hasta que le pusieron el
examen en la carpeta. Volvió a la realidad y trató de concentrarse en lo que
debía.
Pero sólo podía
pensar en que la quería volver a ver.
La siguiente semana
se encontraron de nuevo. La química iba en aumento con la libertad que la
confianza entre ambos les otorgaba.
Empezaron a
conversar mucho, se miraban, se reían, se buscaban. Darío había perdido el
enfoque inicial de las clases. Ahora aprender, había pasado a ser secundario.
Alba era inquieta, traviesa,
divertida, el terror de cualquier profesor. Eso llamaba mucho la atención de
Dario.
Un buen día,
saliendo de clase, estaban ambos conversando, cuando Darío llegó a su carro le
preguntó : quieres que te jale?
Ella vivía a pocas cuadras del instituto. Iban conversando y riéndose de todo, era un momento de Flow, es decir conexión absoluta sin libreto, sin poses, sin suposiciones, solo natural, transparente y espontáneo. Era riquísimo.
Cuando llegaron a
su casa, ella le pidió que se estacione un poco más allá de la puerta. Darío lo
hizo y le preguntó la razón.
- - Es que no quiero que mi mamá vea –
respondió Alba.
- - Ah? Y eso? – preguntó Dario.
- - Es que si me ve bajando de un carro, me castiga.
- - jajajaj, qué? cuantos años tienes oe jajaja
– le dijo como chiste.
- - 17.