jueves, 29 de enero de 2015

El sabio consejo de la rana al león

Todos tenemos días mas fluyentes que otros, hay días que la inspiración está a flor de piel, mientras que hay otros en los que puedo quedarme mirando la pantalla de la computadora sin que salgan las palabras.

Hay otras veces que empiezo a escribir oyendo el suave sonido del tic tic tic tic tic  de las teclas, pero luego, al leer lo que he escrito me doy cuenta que mas que un documento,  es una sopa de letras sin significado ni sabor.

Hoy es un dia de esos, sigo mirando la pantalla esperando inspiración, tanto así que quien me viera pensaría que estoy ansioso porque termine la descarga de algún archivo triple “X” o en el peor de los casos, pensaría que ya lo estoy viendo con absoluta concentración. Como cuando vas a servirte un café y tanto de ida como de vuelta ves a toditos mirando atentamente su pantalla como si en 15 minutos tuvieran que entregar el mayor proyecto laboral de sus vidas, pero en realidad están en youtube viendo el capítulo del día anterior de mi amor el wachiman.

miércoles, 14 de enero de 2015

El jinete no nació encima del caballo

En aquella lujosa mansión, cuyos ventanales eran tan altos como los pinos que custodiaban el glamoroso jardín, y las lámparas de techo con forma de araña parecían sacadas del palacete de algún duque medieval,  se encontraba el famoso pianista tocando sus más bellas melodías que tenían atónita a la muchedumbre que disfrutaba de tan inigualable recital.

Cuando hubo terminado, una guapa y distinguida dama, acompañada por el oro de sus collares y brazaletes y un vestido largo entallado que ponía de manifiesto su figura, se acercó al maestro pianista para decirle, copa en mano, lo mucho que le había gustado el concierto y como le gustaría poder tocar el piano con similar habilidad, tanto así que estaría dispuesta a hacer lo que fuera para lograrlo.

El artista pensativo, la miró de arriba abajo y sonriendo le contestó “No, no haría lo que fuera para tocar como yo”. La mujer, al verse retratada delante de tanta gente de tan alta alcurnia, replicó ofendida “Si, he dicho que haría lo que fuera para tocar así”.

El pianista, analizando lo absurdo de la conversación, terminó “En este momento le encantaría tocar como yo, pero no creo que esté dispuesta a practicar 12 horas diarias por los siguientes 30 años, para lograrlo”.