martes, 1 de abril de 2014

La Sombra ... (1a parte)

Empezó cuando tenia 6  años. Vivíamos en una casa que quedaba en una esquina del distrito de San Miguel. Entrando estaba el garaje que, cuando no estaban los autos, lo utilizábamos literalmente como campo de batalla en el que con mis hermanos y primos, nos sumíamos por horas en combates sangrientos de matagente, 7 pecados, carnavales, guerra de lanzachapas, escondidas, chapadas y etc. 

A mano derecha había un jardín con un santuario para la virgen María en la esquina y una pequeña farola negra en medio, que cuando se encendía por las noches daba la impresión de estar en un pequeño parque de la época en la que los automóviles eran una utopía. Sobre la izquierda había una escalera que llevaba al segundo piso, donde vivian mis abuelos. La particularidad de esa casa era que físicamente parecía una sola, pero en realidad eran 2 departamentos que compartían garaje y jardin.


Aquella noche estaba yo sentado en la cocina, cenando apaciblemente con mi familia mientras el televisor que estaba detrás de la cabecera de la mesa en la que estaba sentado mi padre, arrojaba imágenes de Alyssa Milano en “Quien manda a quien?”. Atrás del televisor había una puerta que conectaba con la lavandería. Era un puerta de vidrio mate, de esos que sólo permiten ver siluetas y a la que se ponía seguro presionando el botón que estaba en medio de la manija.

Miré con extrañeza cuando la puerta se abrió, pues en ese momento estábamos todos en la mesa. Quien podría abrir la puerta que daba al patio interior?. Tal vez sería alguno de mis abuelos cuyo departamento tenía conexión con el nuestro a través de las escaleras interiores que estaban en la lavandería.

Pero no eran mis abuelos. Era ESO.

Tenía la cabeza muy grande, de color naranja, con finas líneas verticales que rodeaban su circunferencia y la separaban en paños. Tenía los ojos vivarachos redondos y muy grandes, sin párpados ni cejas. Su ceño fruncido, como quien sabe que va a lograr sin contratiempo alguno,  el daño que se está proponiendo y que lo va a disfrutar mucho. Su sonrisa calmada pero llena de malicia coincidía con su mirada.

A diferencia de su gran cabeza, su cuerpo era delgado pero muy alto, tanto  que sobrepasaba la altura del marco de la puerta. Sus  brazos largos eran simétricamente longitudinales a su cuerpo y terminaban en 2 grandes muñones de los que sobresalían incontables trozos de paja. No tenia manos.

Apareció en la puerta con su sonrisa malintencionada. Se acercó muy lentamente los 2 ó 3 metros que lo separaban de nuestra mesa, deteniéndose detrás de mi padre. Sus movimientos abstractos hacían parecer que levitara. Nunca dijo nada, sólo se quedó ahí parado mirándome fijamente con actitud relajada, como si me volviera a ver después de tiempo.  

El primer instante me costó asimilar lo que estaba viendo, intentando en vano buscar respuestas lógicas para ello, pero al cabo de un par de segundos caí en cuenta de lo que estaba pasando. Estaba inmóvil mientras lo miraba, sintiendo como un exorbitante miedo se apoderaba de mi. Su aterradora cara, que contenía la más lúgubre de las miradas me paralizó del pánico.  Su sonrisa hacia denotar su seguridad en conseguir lo que venia a buscar.

Mi primera intención fue gritar como nunca antes lo había hecho, pero no podía emitir  sonido alguno. A pesar de mi colapso nervioso, de alguna forma podía notar que el resto de mi familia seguía con su rutina habitual como si no ocurriera nada. Al parecer nadie se daba cuenta de su presencia ni del pánico que me controlaba físicamente y no dejaba que me moviera. No podía evitar el contacto visual entre él y yo, pues ni si quiera podía cambiar la dirección de mi mirada y él no me sacaba la vista, como si yo fuera lo único que estuviera al alcance de su macabra  visión.

Nuevamente intenté  en vano gritar con todas mis fuerzas para que se dieran cuenta que ese inmenso y aterrador ser estaba parado en nuestra cocina, justo al lado del televisor mirándome con intensidad y con una sonrisa que claramente decía “vengo por ti”.  Pero nunca dijo nada, sólo permanecía observándome impávido, con una sonrisa que demostraba que estaba regocijándose con mi pánico y sufrimiento.

Luego de unos  eternos segundos, se retiró de la misma manera que llegó, deslizándose hacia atrás, levitando, sin voltear ni dejar de mirarme, sin cambiar ni un ápice su estructura facial. Sin dejar de sonreir. 


Cuando cerró la puerta, sentí que recuperaba libertad de movimiento. Cuando sentí que la chucharita de la leche cayó de mi mano hacia la taza, pude inflar mis pulmones para soltar el incesante y clamoroso grito que necesitaba.

Grité muy fuerte, desde lo más profundo de mi pecho, con los ojos cerrados para intentar sacar esa terrible sensación que me había invadido. Pero mas que gritaba no podía aliviar el dolor interno en el pecho y por un momento pensé que no lograría atenuarlo. 

Mientras el agudo y expresivo sonido salía de mi boca, empecé a sentir ardor de garganta a la par que gotas de sudor frio bajaban por mi frente y mis dedos se clavaron en las palmas de las manos por la fuerza con la que había cerrado los puños.

Abrí los ojos cuando la falta de aliento me obligó a dejar de gritar. La habitación estaba oscura, pero aun así pude identificar la imagen de la lámpara colgante de Meteoro que veía todas las noches antes de dormir. Me senté en la cama, empapado en sudor, con las rodillas temblando y lágrimas en los ojos. Prendí la luz de la mesa de noche para ver que el reloj marcaba las 3 y 10 am. En ese momento no lo sabía, pero se dice que esa es la hora en la que nos buscan.

Fui a la habitación de mis padres y los vi durmiendo tranquilamente, lo que me extrañó pues el ardor que sentía en la garganta confirmaba que efectivamente había gritado muy fuerte y ellos no me habían oído. O tal vez si, pero por alguna razón no se habían despertado.  Me metí en su cama para dormir con ellos, pues a esa edad sientes que ese lugar es un castillo inexpugnable para cualquiera que quiera inferirte algún tipo de daño, inclusive en sueños. Por lo que al momento volví a caer dormido.

Al dia siguiente no le conté lo sucedido a nadie. Para mi estaba claro que había sido un sueño, fuerte y cargado si, pero sólo un sueño. Pero aún tratándolo de esta manera, cada noche que iba a tomar un vaso con agua a la cocina, una sensación escalofriante me alarmaba, como si alguien me quisiera coger por la espalda.

Para ir de las habitaciones hacia la cocina, debía pasar indefectiblemente al lado de la puerta de la lavandería, donde lo había visto. Ahí mismo tenia que encender el interruptor de la luz y correr hacia mi izquierda que era donde estaba la cocina, dándole de esta manera la espalda a la puerta de la lavandería. Tenia que caminar como 7 metros desde que ingresaba al pasillo de la cocina yendo hacia el caño del agua, siempre dándole la espalda a la puerta de la lavandería.  Cuando terminaba de tomar el agua, lavaba el vaso rápidamente y lo dejaba secando en la bandeja sintiendo que tenia a alguien respirando en mi nuca.  En esos momentos rogaba porque la luz no se apagara.

Luego debia salír corriendo de la cocina para pasar la puerta de la lavanderia, al lado de la cual debía apagar el interruptor de la luz. Corria para evitar ver, en mi camino de regreso, que esa puerta se abriera y apareciera nuevamente aquel ser.  Apagaba la luz y enrumbaba velozmente hacia el pasillo de las habitaciones.  En esa corta carrera la sensación que alguien me iba a coger por la espalda para jalarme hacia la lavandería se intensificaba. Así que corria como si me persiguiera el perro rabioso de los vecinos.

Todas las noches era la misma historia. Estaba viviendo con miedo permanente. Y en mi propia casa. Sabia que era un miedo irracional, pues sólo había sido un sueño. Pero la sensación que en la oscuridad de la noche algo me iba a jalar por detrás era muy real y palpable.

Pasó mucho tiempo asi, sintiendo un miedo totalmente irracional, pues el ser calabacezco no volvió a aparecer.

Hasta el dia de mi 7º cumpleaños. 

Vinieron mis tios, mis primos y los infaltables parientes que no conoces y que años mas tarde los invitarás a tu matrimonio, si es que te casas, aun sin recordar quienes son. Además de ello,  recuerdo la torta de manjarblanco en medio de la mesa, franqueada por sanguchitos, chizitos,  tico ticos y caramelos variados. Recuerdo que no podía despegarme de la avioneta amarilla de juguete que me  acababan de regalar. El techo de la cabina de la avioneta, donde cabían sentados unos 20 pasajeros, se podía abrir y al final de las alas tenia 2 misiles del mismo color y que no podían dispararse mas que en la imaginación. Porque una avioneta civil amarilla de 20 pasajeros tendría misiles? La gente de "Basa" tendrá la respuesta?

Luego de cantar el extranjerisimo japiverdei, comer torta y seguir volando mi avioneta hasta el infinito y mas allá, me fui a dormir, sin aquella vez necesitar de la aventura del vaso de agua nocturno.

A mitad de la noche un sonido seco me despertó. Prendí la luz de la mesa de noche para ver la hora. Ya que me había despertado, aprovecharía para ir al baño, que estaba justo en frente de mi habitación. Mientras estaba en el baño volví a escuchar el sonido, como si un gran y gordo libro de tapa dura cayera de la estantería. Salí del baño y fui a la habitación de mis padres, que para variar roncaban plácidamente. Entonces me quedé parado en el oscuro pasillo para ver si oia dicho sonido nuevamente.  Pensaba  “por favor no suenes de nuevo, porque de lo contrario voy a tener que ir a averiguar  y no quiero”. Pasaron unos segundos, no escuché nada. Me tranquilicé y volví a mi habitación. A lo mejor me estaba imaginando todo aquello, ocasionado por la exagerada ingesta de torta de manjarblanco.

Me quedé sentado en la cama un rato antes de apagar la luz. Me di cuenta que no había visto la hora. Eran las 3:10 am. Eché una mirada a la repisa donde estaba mi avioneta amarilla, reluciente. Apagué la luz y me recosté tapándome hasta el cuello, me di vuelta y me acurruqué en un rincón mirando a la pared en la cual estaba pegada mi cama, dándole la espalda a la mesita de noche.

Mi mente empezó a vagar velozmente en la inmensidad del infinito, inequívoco signo que me estaba quedando dormido.

PAFFFF!!!

Nuevamente el maldito sonido. Ni si quiera llegué a dormirme. Que mierda está sonando tan cerca de mi??? Despierto, pero con los ojos cerrados, esperé sin moverme para que todo se solucione sólo. Busqué las voces de mi familia hablando sobre el golpe. Nada. Todos seguían dormidos.

Decidí no moverme ni abrir los ojos y esperar a quedarme dormido. A la mañana siguiente se me habría olvidado. Empecé a sentir escalofríos, así que me acurruqué un poco más, envolviéndome en las mantas, pegándolas a mi cuerpo.

Pero contrario a lo que buscaba, sentía mas frio aún. No importaba, prefería morir de frío a ir por un suéter.

PAFFFF!!!

Mierda! ahora sí que lo sentí en mi oreja. Y estaba temblando de frio. Decidí volverme para ver que estaba sonando, pero me había acobijado tanto que se me hacia difícil darme la vuelta para prender la luz. Luego de una pequeña lucha con las mantas, logré desenvolverme de ellas y darme vuelta.

Al abrir los ojos estaba ESO parado al lado de mi cama, viéndome con la misma sonrisa macabra y mirada aterradora. Nuevamente quedé paralizado por el miedo. No podía gritar, no podía llorar, no podía moverme. Cuando me quedé totalmente inmóvil, levantó sus largos brazos y se inclinó hacia mí con inequívocas intenciones de llevarme con él.  Siempre con la macabra sonrisa, como sabiendo perfectamente lo que estaba haciendo y como iba a terminar la historia, y con la mirada mas fúnebre de todas, que inspiraba terror.

Mientras se acercaba a mi, pude ver como donde debía tener las manos, sólo habían puñados de paja, que iban cayendo a mi cama.

Fueron sólo pequeños instantes, durante los cuales mi mente accedió a asimilar que no había nada por hacer, que mi avioneta amarilla prácticamente nueva, iba a quedarse sin dueño y que la iban a regalar a alguien que la pudiera aprovechar. Sentia unas náuseas incontrolables pero tampoco podía vomitar. No podía hacer nada. Llegado este momento, la mente acepta su destino rápidamente.

Cuando tuve su cara muy cerca sentí su escatológico olor. Entonces abrí los ojos. Estaba temblando y bañado en sudor. Me dolía el cuerpo como si me hubiera pasado un tren por encima. Pero esta vez no había ardor en la garganta. Asustado más que aquella primera vez, logré incorporarme de mi cama. Era de dia.

Por segunda vez había soñado con ese ser tan horrible. Y esta vez fue mas real, hasta pude olerlo. Me levanté para ir al baño. En el camino pensaba en el sueño y me sentía aliviado de que sólo había sido eso. Me sentía feliz que ya fuera de dia. Me sentí feliz de sentir que mi familia ya se estaba levantando.

Que alivio se siente el despertar luego de una profunda pesadilla que parece tan real. Tal vez debía contarle mis sueños a alguien. Mientras pensaba esto, volví a mi habitación y me quedé perplejo con lo que vi.


Montones de paja suelta en mi cama.....


Valiente no es aquel que no tiene miedo, valiente es aquel que actúa a pesar del miedo.





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