Aún recuerdo con añoranza
aquellas épocas en las que podía irme a la cama por la noche y salir de ella 10 o más horas después, y no porque quisiera,
sino porque mis necesidades biológicas me obligaban. Sino fuera por eso, me podía quedar mas rato
babeando la almohada.
Eran aquellas épocas en que tus
máximas preocupaciones eran aprobar los cursos de la universidad y no quedar
como un idiota por algo que hiciste y que no fue aprobado por tu irreverable
grupo social que, en épocas en las que no había celulares con cámara ni redes
sociales en las cuales se propaguen sorpresivamente rápido las fotos de tu
ridículo como un virus apocalíptico, casualmente estaba justo en primera fila
observando lo que luego considerarías tu descuartizamiento social.
Dormir esa cantidad de horas se
me hace ahora tan utópico, casi alquímico. Hace mucho tiempo duermo de promedio
unas 6 horas por noche. A pesar de
acostarme algún fin de semana a las 5 am, no podría dormir más allá de
las 10 am. Y sin importar el dia que sea, me suelo despertar cansado, con sueño y con ganas de seguir
durmiendo, pero ya no puedo hacerlo.