Cuando pasé a recogerla, estaba
esperándome sentada en la silla del guardian de la casa en la que se estaba
quedando. La falda corta hacía que se le vieran las piernas cruzadas bien bronceadas,
firmes y duras como siempre. La sensualidad femenina es innata en ella, a tal
punto que el roble más firme se puede tambalear como un débil helecho.
Cuando subió al carro, nos miramos
sonriendo un rato sin decir nada, como escudriñando aquello que por mucho tiempo que haya pasado, sabes que en parte sigue siendo tuyo. Esa complicidad de tantas
aventuras inocentes y perversas marcadas en la piel como como se hace con el
ganado para profesar al mundo la autoridad que se tiene sobre el benefactor.
A pesar de tener toda la
confianza del mundo, la conversación mientras buscaba la salida más cercana a
la via expresa, era nerviosa y superficial sobre carrera y relaciones sociales.
Estaba contenta con su vida, tenía todo lo que quería y más. Esa ambivalencia
de mujer segura y tierna es tentadora.
Paramos en un semáforo, mientras
ella hablaba sin parar como loro tartamudo, bajé la mirada hacia aquel
cuerpo que tantas veces devoré con hambre famélica. No ha cambiado nada, de ser
posible incluso, está más apetecible. Y empecé a sentir hambre.
Hace medio año corría 85 kms por
semana, casi sin notarlo por la costumbre. La gente me decía que andaba muy
flacote, pero yo no lo veía. Me sentía bien. Nunca me pesaba, hasta que un día
divisé una balanza distraída y decidido fui corriendo a atacarla.
Su respuesta fue un gancho en pleno cacharro,
me dio insultantes 68 kilos, peso pluma.
Fue tal la impresión, que dejé de correr 1
mes, y empecé a alimentarme como caballo. En ese mes comía un panetón por
semana y alrededor de 3 panes, un plátano, un huevo, media piña y un café de
desayuno. Después de ese mes me volví a pesar y estaba en 75.
Claramente se había acabado el
recreo y volví a las pistas y le bajé a los panes en el desayuno. Extraño aun
mi panetón semanal.
Los domingos toca fondo. Antes
hacia entre 20 y 25 kms pero ahora sólo hago 18. Para no desintegrarme y además
el sol quema duro. Dicho sea de paso, no me levanto a las 6 am del domingo para
correr. Salgo cuando me levanto, dependiendo de la noche anterior.
Muchas veces he salido con
facunda resaca que se me quita toda en km 7 pero como Luke Skywalker, cuya
aliada poderosa es la fuerza, vuelve
risueñamente empoderada 1 hora después de haber terminado.
Las personas somos seres de costumbres. Casi la totalidad de
las cosas que hacemos estando conscientes las hacemos de forma inconsciente a
través de hábitos.
Para no romper con esta nefasta realidad, el primer sábado
del verano del 2019 lo pasé de la misma forma que el último sábado del verano
2018: sin estar en la playa.
La verdad es que me gusta la ciudad en verano, casi no hay carros por la calle. Había salido un
sol poderoso que exhortaba tomarse una sino dos cervezas super heladas.
Entonces como todo Batman tiene su robin, le escribí “solazo,
vente a mi casa para unas chelas”. Cayó sobre las 5 y nos sentamos en el balcón
a refunfuñar por estar en lima y no en Máncora.
Además del reggaetón, nuestro entretenimiento era ver como el sereno daba vueltas y vueltas al parque. Se habrá dado unas 48
vueltas caminando al parque. En una de esas se apareció con una botella de
gaseosa que no vimos de donde la sacó. Tal vez fue a la bodega que está a 6
cuadras para luego volver a su buena rutina de trompo mareado alrededor del parque.
Que aburrido debe ser ese trabajo, sin nada que hacer ni en
que pensar. Cuando no hay situaciones que resolver el cerebro tiende a buscar
algo de que preocuparse, porque necesita resolver situaciones, es uno de sus
principales trabajos. Entonces al no tener nada en que pensar, se inventa
historias y es cuando aparecen los “miedos fantasma”. Es decir, una mente ociosa
se inventa problemas que no existen.
Al rato llegó el supervisor en moto. El sereno sacó su
libreta y empezaron a conversar mientras el trompo la leía. Creemos que le hacía el reporte de sus
vueltas al parque : Primera vuelta, sin novedad, segunda vuelta sin novedad,
tercera vuelta sin novedad, cuarta vuelta sin novedad, y asi hasta la número
48.
Sobre las 9 de la noche, y como 8 latas de cerveza y sendas visitas al baño, escribimos a tutiplén, con obvia y
ausente respuesta, salvo la de un loco amigo de la infancia que estamos seguros, oye voces, pero felizmente le dicen que haga de payaso o reniegue de todo. De ahi no sale.
Sobre las 10 nos subimos a la camioneta de robin y nos fuimos al bar
del cual nos estamos volviendo caseritos. Es que hay una mesera linda. Como
buena venezolana, es super amable, conversadora y risueña.Hasta para decirte hola, te clava los ojazos
verdes mientras te mete un uppercut con su sonrisa que te deja groggy. Y a mi
me gusta el golpe, que le vamos a hacer. Es super delgadita, con un cuello fino
y una voz angelical.
-Hola chicos, como están? - nos dice sonriendo mientras nosotros
balbuceamos una respuesta similar, inmersos en una mezcla de cebada y sonrisa. Madre mia como está la
chama.
Al rato llegó el loco. Estuvo filosofando sobre la primacía
de nuestro placer urbano por sobre la autorrealización familiar, vamos que ni
un cura nos hubiera echado tanta bronca. En otro
momento le hubiera hecho espejo para que dé cuenta que la influencia que
ejercemos sobre él es tan fuerte, que lo hace estar pendiente de lo que no
hacemos por haber perdido la libertad de sus antiguas máximas
convicciones, ahora transformadas contra su esencia. Vamos lo que se llama
envidia de posibilidad alterna. Pero estaba yo muy bebido y embelesado con
la magia de miss Venezuela, que intentaba dejar de prestarle atención, pero es difícil.
Y es que cuando empieza a hablar, te jodiste porque no
parará nunca. Seguro debe seguir hablando ahora mismo el muy pendejo, porque
también habla solo, claro. Pero fuera de su intensidad, te hace reir. Incluso
tiene un grupo de wasap sólo para el y su alterego.
Cuando decidimos que ya era hora de marchar, me acerco a miss
caribe, y le recrimino, en buena manera, de la razón por la cual no me habia escrito.
La vez pasada le pedí su numero y en acelerada respuesta, que me hace pensar que es su modus operandi,
acostumbrada a este delicioso juego del toma y dame, me pidió el mio y dijo que
me escribiría.Y vamos, yo que cuestiono
todo lo que veo y escucho, estaba ya como para creerle.
Su respuesta fue célebre, aun no entiendo como reuní tanta
fuerza para no estallar en carcajadas en su mera pretty face.
-Es que se me perdió tu tarjeta – me dijo – no tienes otra?
- Si, tengo 700 más porque salen por millar – pensé.
- No, justo acabo de entregar la última - fue mi irónica respuesta.
-Ah entonces dame tu teléfono y te grabo – me dice.
Torpemente saco mi teléfono e intento buscar mi número,
porque claro, no me lo sé. Fue cuando ella muy segura de si misma, me sacó el teléfono
de la mano, entró rauda a mi guasap, entró a mi perfil, vio el número, lo
apuntó en su teléfono y me mandó una carita, sonriente claro está. Luego me devolvió el celular. Todo en 4 segundos, denotando un entrenamiento envidiable durante
25 años.
- - Perdona, me siento un poco ….
- - Ebrio – me responde
- - Nooo que va. Bueno si.
Me despedí con un delicado y confiado beso.
Camino de casa, mientras en mi cabeza sonaba la canción "I feel good" de James Brown, veo su foto de perfil. Estaba ella con un
hombre y una niña, todos abrazados. Me había dicho que no tenia novio y al
parecer, tiene esposo e hija, tal vez en Venezuela. Pero bueno, querrá echarme un polvo.
Al dia siguiente, su foto de perfil cambió a una en la que
sale sola, mirando a la cámara con esos ojazos verdes y (claro que adivinaste)
una gran y hermosa sonrisa.
Le iba a escribir, pero en eso me llegó la respuesta de una
platónica. No llega a ser amor, pero si platónica, que me hace temblar cuando
me mira. Y es platónica por una razón que no me queda muy clara o en mi característica
rebeldía, me niego a entender.
Y estuvimos hablando toda la semana, por lo que me olvidé de
miss Venezuela.
Tal vez con el riesgo que la omisión de interés por mi
parte, haya mojado la llama de la oportunidad. Que a miss Venezuela no le
faltará galifardos que se rindan a ella.
La verdad me da igual, es que la platónica es lo que es.
Siempre quiero lo que no puedo tener. Aunque al final
siempre lo obtengo, no es en la forma en que quisiera. Y ya van varias.