Luego de estar
un buen rato mirando hacia abajo, viendo el mar y convenciéndome que tenía que
saltar, mi cuerpo simplemente saltó. No recuerdo haber dado la orden para ello
en ese justo instante, simplemente me sorprendí a mi mismo en el aire.
Estuve un buen
rato intentando saltar pero mi cuerpo no me hacía caso. Hasta que en un momento
saltó. A pesar del miedo por saltar los 7 metros promedio que me separaban del
mar, sabía que iba a hacerlo, pues no me iba a echar para atrás. Sólo que no
sabía cuando lo iba a hacer y me di cuenta cuando estuve en el aire.
Un
paracaidista siente que está cayendo los primeros 6 -7 segundos, y que luego
siente que está flotando. En mi caso habrán sido máximo 2 segundos. Creo que
nunca había tenido en cuenta lo que duran 2 segundos.
Ni bien vi mis
pies en el aire cerré los ojos. Antes del salto pensaba gritar para aliviar la
sensación, pero al tener los ojos cerrados no podía hacerlo pues no sabía en
que momento tocaría mar con la boca abierta.
En la tele ves
que cuando alguien cae al agua de una altura considerable, lo hace con las
piernas y brazos bien pegados al cuerpo, para disminuir el impacto. Pero el
instinto de supervivencia me hizo mover los brazos, aleteando como si estuviera
intentando volar, para disminuir la
velocidad de caída.
Emergí del
agua con una sensación de euforia impresionante. Al levantar la vista hacia el
muelle, la vista fue más sorprendente aún, por la altura.
Empecé a nadar
hacia la artesanal escalerilla con la que debía subir a la rampa para luego
subir al muelle de nuevo. Hay que
esperar un tumbo del mar para subir fácil a la escalerilla, pues del mar no se
puede saltar y menos para agarrar esos peldaños oxidados. Si la marea está muy
baja dicha escalerilla no estaría al alcance y habría que nadar hacia la playa
los 600 metros de longitud del muelle.
Subí con el
corazón en la boca de la emoción del salto. Fue alucinante. El miedo
paralizante previo no se compara con la emoción de haberlo superado. Me sentía
inalcanzable para cualquier otro ser humano. Sentía que haber vencido mi miedo
a las alturas de esa manera me transformaba en un ser que podría hacer todo lo
que se me venga en gana.
Al volver al
muelle, pasar al otro lado de la baranda fue muchísimo más fácil que la primera
vez. El segundo salto fue mucho más sencillo. Esta vez no me demoré ni tan sólo
1 minuto. Me dije a mi mismo que debía caer con los brazos pegados al cuerpo y
con los ojos abiertos. Pero volví a caer con los brazos separados y los ojos
cerrados. Igual era grande la emoción de ver como ahora me estaba divirtiendo
tanto con algo que hace pocos minutos me tenía paralizado.
Igual sentía
el corazón en la boca, pero la emoción de haber hecho algo que toda tu vida
pensabas que no podías es tan placentera que se vuelve adictiva. Adictiva.
No hay mejor
sensación que la que encuentras justo detrás de tus miedos. Que no hay mejor manera
de sentirte que ir directo hacia tus miedos y pasar por en medio de ellos.
No creo que
haya satisfacción como aquella que sientes al lograr algo cuando te has
esforzado muchísimo. El cruzar un miedo tan grande, a la vez que irracional, te
da una satisfacción al alcance de pocas situaciones.
Puedes tener
muchos logros en tu vida, pero vencer una fobia es orgásmico y la sensación es
superior a todo lo que hayas probado antes.
Mientras
íbamos de regreso hacia la playa por el muelle, me di cuenta que mi mano estaba
sangrando por agarrar la escalerilla para subir al muelle desde el mar que
estaba toda oxidada y mal hecha. Pero en ese momento mi adrenalina estaba tan
alta, que no hubiese sentido si un camión me pasaba por encima del pie.
Todo el dia me
la pasé hablando del salto, orgulloso. Muchos pimentelinos amigos del mar, me
decían que no se atrevían a tirarse del muelle. Así que me sentí mas power.
La sensación
de placer que se siente al vencer un miedo, es muy superior al miedo mismo. No hay nada que se le pueda
comparar, no hay satisfacción similar, es difícil describirlo. Y es adictivo.
Cuando te das cuenta que cada vez son menos las cosas que te pueden detener, te
sientes extraordinario.
Es
indispensable en esta vida probarlo. Cuando sientas un miedo que te frena o te
limita, anda directamente hacia él. La sensación
posterior es demasiado placentera, pocas veces alcanzable.
La adicción
que se genera es tal, que ahora quisiera hacerlo de cabeza. Y de sólo pensarlo
me tiemblan las rodillas y me sudan las manos, aquí sentado en la computadora.
Cómo será cuando esté ahí parado. Sé que va a ser más difícil que aquella
primera vez. Pero también sé que la sensación una vez que lo haga será mucho
más placentera. Y eso vale totalmente la pena.
La vida es
ahora, la vida es corta y no vale la pena ir por ella tranquilito y seguro
dentro de las barandas que te protegen de caer. Hay que sentir, hay que vivir,
hay que arriesgar y hay que superar nuestros límites. Cada vez que lo haces, te
sientes como Clark Kent, sabiendo que te pues convertir en Superman cuando lo
decidas.
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