A pesar de los constantes
esfuerzos de su madre, no había forma que Mario consiga buenas notas en el
colegio. Los profesores lo seguían de muy cerca, pues sabían que era distraído
y que no le gustaba hacer los trabajos que le dejaban. Lo presionaban
constantemente con la finalidad que el dia siguiente, por miedo a no saber la
respuesta, llegara preparado.
Su madre lo obligaba a estudiar
todas las tardes después de clase. Revisaba todas las anotaciones de los
profesores y se aseguraba que Mario cumpla con lo que le dejaban. Ante tal
presión, Mario que por aquella época tenía 14 años, cumplía con lo que le
obligaban a hacer, aunque se aburría mucho y le interesaba tan poco, que
normalmente su rendimiento era bastante mejorable. Peor le iba en los exámenes,
que debido a la mala metodología escolar, sólo servían para regular la
memoria. Recitar de memoria las fechas,
ríos, nombres y demás, no era lo suyo.
A él le gustaba pasar tiempo con
sus amigos, conversar, jugar y reir. Por
esta razón le encantaban las redes sociales. Cuando su madre bajaba la guardia,
entraba a conversar con ellos y a enterarse de la vida de cuanto ser
interesante pudiera encontrar.
Muchas veces su madre lo ampayó
con las manos en la masa y le cayó severa reprimenda con la impulsiva y
tiránica promesa que nunca más le iba a permitir entrar a las redes a webear y
perder el tiempo en cojudeces sin importancia.
Su madre consultó a varios
especialistas que siempre le recomendaban clases de nivelación o un tipo de
educación mas especializada. Le recomendaron que cambie el colegio y lo
inscriba en uno que le acomode más a sus “características”.
La recomendación para un niño que
se aburría con las clases y tareas del colegio, era ponerle mas clases y
deberes en forma de nivelación. Plop.
Un dia fueron a visitar a un nuevo
especialista que les habían recomendado. Estuvieron hablando buen rato con el el
Dr. Carlton, quien luego de saludar a Mario, le dio un libro y le pidió que le
haga un resumen de las primeras 5 páginas, mientras él y su mamá seguían
conversando de los problemas de aprendizaje que podría tener.
Al cabo de unos minutos, el Dr.
Carlton le dijo a Mario que tenía que hablar con su madre en privado, asi que
irían a otro ambiente. Le pidió que cuando regresen, hubiese terminado con la
asignación que le había delegado.
Cuando ambos se fueron, Mario se
sentó en la silla del Dr. Carlton, prendió la computadora y entró a su red
social favorita sin prestar atención que su madre y el Dr. Carlton lo estaban
observando desde una pequeña ventana al otro lado de la oficina.
Al ver esto, el Dr. Carlton le
dijo a la madre de Mario: Señora, el problema no es su hijo, es el sistema. A
él le gusta hacer eso, en lugar de prohibírselo, debe potenciarlo para que se
vuelva mejor.
10 años y muchos cursos de
community manager después, Mario es uno de los pioneros y mejores en su rama,
no sólo manejando las cuentas de empresas muy grandes, sino dando charlas y
conferencias.
Así como Mario, a muchas personas
nos sucede que por seguir lo que el sistema convencional manda, nos metemos a
hacer cosas que no llaman nuestra atención, que no nos gustan, pero que debemos
hacer porque se trata de la forma más conocida de hacerlo.
Las personas somos animales sociales.
Nos agrupamos en familias, sociedades, Estados. La mayoría de nosotros contempla el mundo
desde una observación desarrollada por nuestras experiencias, costumbres, hábitos
y figuras sobresalientes en la vida, nuestros “héroes”. Según esta observación, es que cada quien
entiende el mundo como lo entiende.
Desde muy pequeños vamos copiando lo que nuestros “héroes”
hacen, sean nuestros padres, hermanos, amigos, deportistas, cantantes, y/o cualquier
persona que nos haya influenciado. Creemos que lo que ellos hacen es lo
correcto. Y en ese sentido, nos vamos programando para hacer lo mismo. Y si
todos concordamos con la observación del mundo, es cuando nos equivocamos y
pensamos que hay una sola forma de hacer las cosas. Igual que todos. Y hacemos grupo.
Si nuestros abuelos, padres,
tios, papás de nuestros amigos. Etc, estudiaron años en una universidad
carreras como administración, contabilidad, ingeniería, derecho, economía, etc,
crecemos con la idea que debemos hacer lo mismo que ellos, pues al fin y al
cabo son nuestros héroes y los héroes de nuestros amigos. Y nuestros amigos
tarde o temprano, se volverán nuestra principal fuente de influencia.
Entonces, si nuestros héroes
hacen algo, y sus héroes también lo hacen, nosotros también lo vamos a hacer.
Primero porque no sabemos de otra forma de hacer las cosas y segundo porque
necesitamos pertenecer al grupo mayoritario que las hace de esa manera, porque
hicieron un camino y lo recorrieron y tienen muchas respuestas de nuestras
muchas dudas. Porque nos van a proteger y acompañar.
Es natural que sigamos a los
demás. Nos gusta formar parte de un grupo que nos proteja en cualquier caso. Y
este es un comportamiento que viene desde siempre. La primeras formas de vida
orgánica fueron unicelulares y vivian en grupos para poder satisfacer sus
necesidades, siendo la más primordial la de afrontar el entorno. O dicho de
otra manera, de sobrevivir. Es más fácil sobrevivir si pertenecemos a un grupo
que nos proteja.
Lo mismo pasó en la época
prehistórica, cuando había necesidad de ir en grupo para protegerse de los
peligros de la naturaleza que nos podíamos encontrar en todo lugar. Es decir, para evitar ser comido por un animal 4 veces mas grande y fuerte.
Luego llegó lo inevitable, al establecernos
en grupos surgen las diferencias de necesidades, o de opinión, lo que origina
la fisión de la unidad, la división del grupo. Con este se generan varios sub-grupos.
En la época antigua, si pasabas delante de un grupo que no era el tuyo, o te
mataban, o te robaban o te violaban. Entonces necesitabas moverte en grupo, en
mancha, para evitar ser comido por un colectivo al cual no pertenecías y que
sólo por haberse establecido esta fisión o diferencia de intereses, ya eras
visto a priori, como enemigo.
A pesar que este peligro ya no es
real, seguimos comportándonos de la misma forma. Buscamos grupos a los que
pertenecer. Seguimos pensando primitivamente como hace miles de años, aún
tenemos el cromosoma que nos obliga a seguir a un grupo, muchas veces sin
prestar atención si estamos de acuerdo con la ideología del mismo.
Muchos sociólogos dicen que el
agente individual no es responsable de sus actos, pues lo hace por la enorme y
pesada influencia del grupo al cual pertenece.
Y como la ley de la vida es ley,
tarde o temprano surge algún rebelde visionario que se resiste a seguir al
grupo mayoritario e intenta abrirse camino por donde a él le sale de los
huevos. Por las razones que sean, no se siente cómodo, feliz, contento,
satisfecho con el grupo al que pertenece. Como Mario. No le gustaba hacer lo
que todos hacían, pero le gustaban otras cosas, y en lugar de intentar meterlo
a la fuerza dentro del círculo del grupo, potenció lo que le gustaba hacer y
creó su propio grupo de 1. Ejemplos sobran y todos conocemos alguno.
Al igual que Mario, muchas
personas han tenido éxito en su profesión sin buscarlo, pues hacían lo que les
gustaba. Hay muchas otras personas que tuvieron éxito profesional sin hacer lo
que les gustaba, pero claro, con mayor esfuerzo e insatisfacción.
A diferencia de estos últimos,
quien se dedica a lo que le gusta, no le cuesta mucho llegar a tener éxito.
Casi ni lo busca, es la consecuencia natural de hacer las cosas que a uno le
gustan.
Lo más intenso es que muchos de
nosotros pertenecemos a uno o varios grupos, pero en realidad no sabemos si es
que queremos pertenecer a ellos, no sabemos si realmente concordamos con la ideología
y observación del grupo. Para saber ello, la base es cuestionarse sobre la vida
que estamos teniendo dentro del grupo en el que estamos. Es peligroso, pues
muchos aun vivimos tranquilos sin ver más posibilidades. El problema nace,
cuando podemos elegir.
La pregunta primordial es ¿Qué me
gusta? Salvo respuestas tan comunes como ver televisión, dormir o comer (ya que
a casi todos nos gusta hacerlo), casi cualquier otra respuesta se puede considerar
como válida para iniciar un camino y crear grupo para lograr vivir de ello.
Tal vez ya lo sepas, lo cual te
hace similar a Mario. Si no lo sabes, es un buen comienzo el que te lo plantees.
Y en todo caso, responder esta pregunta es tan sólo el primer y más importante paso que debemos dar.
A continuación, si estás dispuesto, puedes leer cada una de las siguientes preguntas, tomándote el tiempo necesario para pensar
y darte una respuesta sincera.
¿Qué te gusta hacer?
¿Se podría vivir de eso? ¿Por qué
no? Ponte creativo.
¿Te gustaría poder vivir de eso?
¿Lo has intentado? ¿Por qué?
¿Qué sientes al pensar en
intentarlo?
¿Por qué no lo haces?
¿Qué pasaría si logras tener
ingresos haciéndolo? ¿Qué sería lo peor que pase si no lo puedes hacer?
¿Qué factores te desaniman de
hacerlo? ¿Qué factores te animan a hacerlo? ¿Cuáles de estos factores son más
importantes y de peso para tu vida?
¿Te da miedo hacerlo? ¿antes has
sentido miedo en tu vida?
¿Qué pasó cuando sentiste miedo?
¿Lo superaste o renunciaste ante él? ¿Qué hiciste para superarlo? ¿Cómo te
sentiste al superarlo?
¿Podrías superar este miedo? ¿Cómo lo podrías
superar? ¿Cómo te sentirías al superarlo?
¿Si no tuvieras necesidades
económicas, lo harías?
Ahora visualízalo. Ve a un lugar
tranquilo y sin ruido. Cierra los ojos y
piensa en una imagen muy clara y nítida, como una foto. Respira profundamente,
inhalando por la nariz, conteniendo por unos segundos el aire y exhalando por
la boca, lentamente.
Proyéctate a un futuro en el cual
ya lo has conseguido. Piensa en la imagen muy claramente. ¿donde estás, que
está pasando, quien está contigo, que hora es, como está el clima, que
escuchas, que sonidos puedes oir al fondo, que huele, que ropa tienes, que
desayunaste ese dia, que tienes que hacer luego?
Como te sientes al visualizarlo?
Imagínate como te sentirás cuando en realidad lo consigas. Vale la pena el esfuerzo?
La última pregunta:
¿Qué esperas?
Una pequeña cuota de realismo (“tengo
que ser realista”) es suficiente para acabar con tus ilusiones.
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