domingo, 20 de enero de 2019

Yo corro, tu corres, vosotros correis, ellos corren

Hace medio año corría 85 kms por semana, casi sin notarlo por la costumbre. La gente me decía que andaba muy flacote, pero yo no lo veía. Me sentía bien. Nunca me pesaba, hasta que un día divisé una balanza distraída y decidido fui corriendo a atacarla. 

 Su respuesta fue un gancho en pleno cacharro, me dio insultantes 68 kilos, peso pluma.

 Fue tal la impresión, que dejé de correr 1 mes, y empecé a alimentarme como caballo. En ese mes comía un panetón por semana y alrededor de 3 panes, un plátano, un huevo, media piña y un café de desayuno. Después de ese mes me volví a pesar y estaba en 75.

Claramente se había acabado el recreo y volví a las pistas y le bajé a los panes en el desayuno. Extraño aun mi panetón semanal.

Los domingos toca fondo. Antes hacia entre 20 y 25 kms pero ahora sólo hago 18. Para no desintegrarme y además el sol quema duro. Dicho sea de paso, no me levanto a las 6 am del domingo para correr. Salgo cuando me levanto, dependiendo de la noche anterior.

Muchas veces he salido con facunda resaca que se me quita toda en km 7 pero como Luke Skywalker, cuya aliada poderosa es la fuerza,  vuelve risueñamente empoderada 1 hora después de haber terminado.

La rutina es la misma, me despierto, paso por el lavabo para echar las toxinas de la noche anterior, me ducho, me cambio, me pongo bloqueador, tomo medio vaso con agua y rumbo para allá.
Los domingos cierran las pistas aledañas al pentagonito, así que es el único día en el que se siente que estás en plena competencia por ir justamente por la pista  y no por la vereda, y porque hay mucha gente haciendo lo mismo. El ambiente es bueno y entretenido.

No tomo mi tiempo, sólo dejo que mis piernas se diviertan, es como sacar a un perro al parque, le quitas la correa y que se desfogue correteando por ahí hasta que no pueda más. Igual.

Hay días en los que estoy realmente bien y otros en los que estoy realmente mal. Me da igual, caen los 18 km, con alguna que otra rara excepción, como aquel día que a pesar de pasar por boxes antes de salir, tuve que regresar a boxes de urgencia, sufriendo y sudando frio. Tortura.

El domingo pasado estaba con flojera, asi que mi ritmo era a lo Luis Fonsi: des-pa-ci-to.

 Sobre el km 7 me pasa un tio bien tio de unos 65 años, con una forma de correr bastante peculiar, se notaba que estaba corriendo su final del mundial y pronto se iba a cansar. No le di importancia. “dale tio, tu puedes”.

En eso, un ratito después, y como si yo me hubiera transformado en una cabina de rin de los 80, me pasa un peladito a muy buen ritmo, rápido y sin despeinarse, que no por ser pelado sea tautológico, sino que no se estaba esforzando mucho.

 Obviamente también pasó al tio, que seguía corriendo muy raramente, como queriendo evitar pisar alguna hormiga.   Me quedo observando al pelao, siempre lo hago, analizo ritmo, postura, respiración, la altura en la que se levantan los pies y en base a ello decido.

Me di cuenta que ya lo conocía, hace algún tiempo pasó lo mismo. A buen y marcado ritmo me pasó el pelado, pero aquella vez puse segunda, obedeciendo maliciosas órdenes de mi resaqueado ego.  Aquella vez me pegué a 50 cms del peladito y ahí me quedé, literalmente respirando en su nuca.  Al cabo de unos 2 kms el peladito empezó a sentir la presión de mi respiración.  La verdad es que lo hago por joder, no lo niego, me divierte.  Incluso saco mis llaves, meto el dedo índice en el aro que las une, y las empiezo a mover circularmente para que suenen como sonaja.

Luego de unos kms más el pelado de buen ritmo, ya se estaba cansando. Y yo sólo estaba en segunda. Me aburrí, toqué la bocina, que serían mis llaves-sonaja y puse tercera. Chau pelao.

El pentagonito tiene de longitud 4 kms y 250 metros aprox, así que hay que ir dándole vueltas y vueltas y vueltas. A la siguiente vuelta, lo veo al pelado que estaba por ahí estirando, me vio y me sacó el dedo con una sonrisa de oreja a oreja. Pero el dedo pulgar, felicitando o agradeciendo por darle motivo para esforzarse un poco, lo cual fue mutuo, lo saludé con la mano y seguí. 

Pero volviendo al domingo pasado, el pelao estaba ya unos metros delante y se iba. En ese momento, al reconocerlo me dije “es el de la vez pasada, déjalo que corra tranquilo, además estás con pereza”
Entonces seguí a mi ritmo Luis Fonsi.

Como dije hace un momento, solo dejo que mis piernas se diviertan y hagan lo que quieran.

Y en ese momento, al parecer les dio ganas de fiesta.

Pusieron segunda.

El pelado ya me sacaba unos 80 metros, y corre a buen ritmo.

Cuando inicio un sprint largo, o elevo mi ritmo intempestivamente,  cuesta mucho los primeros 200 metros, hasta que el corazón aumente sus vibraciones y coordine con mis piernas.

Pasé al tio muy rápido mientras pensaba “lo siento, no soy yo, son mis piernas” y alcancé al pelao al cabo de 1 km aprox, calculado según la zona en la que aceleré. Conozco de memoria la longitud de cada recta del pentagonito.

Pero estaba yendo a un ritmo muy fuerte. Y no lo iba a pasar para luego dejar que me pase, y me quedaban unos 10 kms, así que esperé la subida en la que la mayoría baja su ritmo. Es mi aliada, cada vez que llego ahí, en lugar de bajar el ritmo, acelero.  Entonces, donde la mayoría sufre, me ven a mi hecho un cuete. Es estrategia, luego de 1 km bajo el ritmo, pero el golpe psicológico ya está entregado.

Cuando llegamos a la subida, entrando a la curva puse tercera. Lo pasé pero mi acelerada estaba muy achorada, no iba a durar mucho y el pelado no es huesito fácil. Calculé por su ritmo, que sólo corría 1 vuelta y le quedaría como mucho 1.5 km y pararía donde la mayoría estaciona su carro, en la puerta principal del pentagonito.

Mi ritmo cardiaco estaba muy alto, mi respiración era más fuerte que la música que salía de los audífonos. Estaba realmente cansado.

Resultado de imagen para corredor cansado“Estoy muy cansado, pero si yo estoy así él debe estar mucho peor, que no soy el único que se cansa, no puede, yo si puedo, 1 km y bajo el ritmo, que ya se habrá quedado muy atrás”.

Sentía que mi respiración era muy superficial, llegaba hasta el diafragma, no bajaba. Estaba muy agitado.

Luego de unos 2 kms, bajé el ritmo, entré a una recta suave y empecé a regular. Me sentía bien, pues la competencia hace que me esfuerce y no vaya webeando.

“buena carrera” – pensé y seguí para mis últimos 7 kms.

Entretenido con la música y la gente que hay por ahí jugando vóley, patinando, bicicleteando, se me fueron otros 2 kms.

Hasta que en pleno relajo, escucho tap, tap, tap, tap, tap.

Pisadas detrás mio, coño. No será el pelado de los cojones. Bajé el volumen de la música para oir bien.

Si, eran pisadas, y por el ritmo, parecían las del pelado.

En la esquina de Velazco Astete con Esmeralda, a la altura de la iglesia del Santísimo, hay un perro skater. Es un bulldog que monta su skate, solito él. Le da con la patita derecha de atrás para impulsarse y cuando agarra velocidad, la sube y se va solo. Cuando pierde velocidad, coge el skate con la boca, lo voltea y regresa con similar técnica.

Aprovecho el show del canino, para voltear hacia mi izquierda para mirarlo, y por el rabillo del ojo mirar quien está detrás mio.

El pelao!!! Lo tenía está a 50 cms de mi, con toda la intención de hacerme la misma que yo le hice. Estaba utilizando mi táctica. Y yo estaba hecho polvo.

Me había alcanzado casi 1 vuelta después de haberlo pasado, aprox 4 kms luego el pelao seguía en la pelea. Eso es de campeones. Mucho respeto.

No importa, pensé.  Debe estar muy cansado, que me pase y ya lo veo en la subida, para la que faltaban unos 300 metros.

Al girar la esquina, empecé a mover mi sonajero, según yo para mostrarme fresco y relajado, cuando en realidad estaba muerto.

¿En que momento me pasará? ¿cómo estará? ¿ Y si el que está fresco es él? ¿Y si mi sprint sólo sirvió para hacerme ver como un desdeñado cloaquero?

Tap, tap, tap, tap, las pisadas parecían estar en mi cerebro.   

En 200 metros más entraría a la curva inclinada que es mi checkpoint.

¿Tanto respeto me tienes? Pásame ya pelao, ¿qué no ves que estoy con la lengua fuera?
(obvio que no ve pues idiota, si está detrás tuyo)

Tap, tap, tap, tap, tap.

A 100 metros de la curva, es momento de decidir.

Opciones:

¿Poner 4ta y chuto por unos 600 metros hasta llegar a la siguiente esquina y de ahí tendré que bajar a 1ª, o quedarme en 3ª unos 1,200 metros y de ahí bajar a 2da?

Tap, tap, tap, tap, tap.

Entrando a la curva, llega el mensaje del centro de mando:

“Poner 4ta”

Ah cabrón, usted manda mi boss, a chutar!

Correr a trompicones por 600 m. y los últimos 3.5 km a esperar que el pelao se haya retirado. 

Dale cabrón, chútale!

Aceleré iniciando la subida, ganar o morir!

Paré la oreja: tap, tap, tap, tap, tap

Hijo de la chingada ha acelerado también!!!!   Y yo a punto de quedarme sin pulmones.

“Dale, tu eres mejor, tu mandas, te sabe mejor, no pudo pasarte en la esquina pasada, es tu juego, tu dominas”

Tap, tap, tap, tap, tap.

“sigue cabrón, eres el puto amo”

Tap, tap tap, tap, tap

En eso aparece la indómita : “estás cansado, con flojera y pesado, mírate ya te estás quedando, no vas a poder
No, no, tu no estás invitada a esta fiesta, sáquese!!

Le subo el volumen a la fantástica “tu puedes, eres muy bueno, tu estrategia es buena, sigue, suda, sufre y gana”

Tap, tap, tap, tap, tap

“sigue, suda, sufre y gana”

Es impresionante como el cuerpo reacciona a las palabras que nos decimos.  Si la indómita dice “no puedes, estas hecho polvo, ríndete” es probable que le hagamos caso. Si la fantástica dice “Vamos, ya lo tienes, tu eres bueno, sigue, suda, sufre y gana” tu cuerpo hace caso. Cansado, tal vez muerto, sufriendo, pero te da mucho control.

En ese momento, empezó una canción cuyas vibraciones van mucho conmigo, me coordino y me permite meterle turbo, se llama Life is life, ochenteraza y one hit wonder. Me chuta como a un tren.


“sigue, suda, sufre y gana”

Tap, tap, tap, tap, tap, tap, tap


“dale webón, ya lo tienes, sigue, mueve las llaves”

Llegué a los 1,200 m. a ese ritmo, doblé la siguiente esquina y bajé el ritmo, no hay forma que haya resistido eso. “Soy el puto amo, soy el puto amo”

Ya no tenia gasolina. No iba a aguantar otra embestida, asi que mejor que hubiera funcionado la estrategia.

Llegué a mi casa casi arrastrándome, pero satisfecho por el esfuerzo.

Honor al pelao, gracias por hacerme mejorar, te respeto como el campeón que eres.

Correr o hacer otro deporte, no sólo te da beneficios físicos, sino también mentales. Te ayuda a controlar la indómita y a potenciar la fantástica.

Sigue, suda, sufre y gana.



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