martes, 23 de diciembre de 2014

La triste historia del chocolate desalmado

Eran aproximadamente las 6 de la tarde de aquel domingo pre-veraniego cuando subimos las petacas al carro, acomodándolas con cuidado para evitar derramar el líquido elemento en un bache, rompemuelle o frenazo intempestivo, porque con eso me hubiera dado un chucaque que me hubiese quitado todas las ganas antes de empezar.

Una vez dentro, con el brazo cansado de cargar el material, porque creo que de la emoción se nos pasó la mano con las cantidades, iniciamos la búsqueda de nuestro objetivo.

A pesar de haberlo planeado días antes, en el momento de la verdad no sabíamos por donde empezar, asi que al principio parecíamos un taxi perdido que busca un pasajero de donde sea para salir con algo de dinero del lugar inhóspito en el que se encuentra. Entonces para en cada esquina para mirar y pensar que hacer y va lentísimo y un poco desorientado. Asi estábamos.

Lo primero que hicimos fue ir a un centro comercial, pues normalmente se les ve rondando por ahí, sobre todo en esta época en la que todos tienen su yo bueno a flor de piel. A pesar de ello, dimos una tímida vuelta pero no pudimos localizarlos.

Seguimos dando vueltas en el carro, sin saber a donde ir, mientras mi mente se concentraba en el sonido del liquido que se movia con incesante coqueteria en la parte de atrás de la camioneta, como diciéndome "una vuelta mas y me derramo del mareo"

Llegamos a otro centro comercial, ubicado esta vez en la intersección de 2 avenidas de bastante tránsito. Estacioné, abrí la puerta de atrás y esperamos a que como por arte divino cayeran las víctimas de mi primera experiencia, pero luego de 15 minutos lo único que obtuvimos fueron miradas incrédulas y juiciosas como un gran dedo acusador que nos señalaba el camino hacia la puerta de salida.

Pasaban ya las 7 de la noche y debíamos ir a buscar un nuevo emplazamiento, esta vez aumentando la dificultad pues deberíamos luchar con el feroz tráfico prenavideño en hora mas que punta, puntísima. (con “N”, por si acaso).

Esta vez la coquetería de la carga líquida que traía detrás empezó a aumentar, carros locos por llegar rápido a todos lados sin importar que los demás tengamos una carga tan inverosímil como pesada. En un semáforo tuve que bajar a acomodar mejor la materia para no llorar luego sobre la leche derramada.

Decidimos ir a polvos rosados, pues si normalmente hay mucha gente fuera, en estas épocas estaría ocupada por nuestros pequeños objetivos. Estábamos a tan sólo unas 10 cuadras pero se me hicieron tan lentas, la cantidad de automóviles era abrumadora y sobretodo que todos están como apurados, claro porque todos quieren salir lo antes posible de ese desorden.

Llegamos a polvos rosados y pude estacionar en el parque que está en frente. Esta vez al abrir la maletera tuvimos que empezar a llamar, tipo los hombres que están en los paraderos gritando las rutas de las combis que están a punto de salir.

Por fin pude sacar de mi carro los 2 baldes de 20 litros c/u de chocolate caliente, que después de tanta vuelta se habían convertido en cocoa tibia. Si, 40 litros de chocolate, se nos pasó la mano, sobre todo después de ver que era lo que menos les gustaba.

En menos de 5 minutos teníamos una cola larga y ordenadita de niños con cara de ilusión esperando para que les demos su pedazo de panetón,  1 paquete de galleta y un vaso de chocolate.

Yo estaba contento porque a los niños se les veía así. Luego uno de ellos me dijo que ese dia, mas tarde iba a pasar gente repartiendo regalitos y que estaban todos nerviosos.

Luego de un rato se nos había acabado las porciones de comida, pero aún nos quedaba harto chocolate, así que agarramos uno de los baldes y fuimos a caminar buscando niños para darles el resto. Pero mientras caminábamos empecé a darme cuenta que había muchos vasitos que acabábamos de entregar, ahí apoyados en la vereda, casi con el chocolate entero. Se habían comido el panetón y la galleta pero el chocolate estaba sufriendo una derrota impensada.

Nos pusimos en medio del parque, en el sitio de mayor luz llamando a todos los niños para darles chocolate, algunos nos veian y se seguían de largo, otros venían corriendo a preguntar si éramos los que regalaban juguetes y cuando les decíamos que no, tomaban el mismo camino que los anteriores.

Sólo algunos con cara de resignación se llevaban el vaso de chocolate que terminaba luego apoyadito en la vereda, solitario y abandonado.

Luego de un rato, llegaron 2 personas más, con el mismo rango de improvisación que nosotros, con un par de bolsas gordas. Se pusieron justo a nuestro lado, empezaron a llamar y al toque todos los niños los volvieron a rodear, como habían hecho con nosotros ratito antes. Les estaban regalando una bolsita de canchita y otra de galletas, chocolates y caramelos. Pensé que era una buena oportunidad para deshacerme de todo este chocolate. Pero a mi ya ni me miraban, sabían que sólo tenia chocolate, ya lo habían probado y decidieron no volver a hablarnos más.

Ellos terminaron más rápido pues no hubo mucho orden ni mucha cantidad, así que sólo unos pocos fueron los afortunados, pero la ilusión que crearon a los niños de ir corriendo a coger su bolsita fue lo que valió la pena y el recuerdo que se llevaron a casa.

Cuando estábamos levantando las petacas para irnos, se armó un tumulto y empezaron los gritos infantiles como si de un concierto de Justin Bieber se tratara. Pero no era Justin,  era Papa Noel en una 4x4 con lunas polarizadas. Llegó, frenó en la esquina del parque, bajaron los 4 vidrios laterales y salieron unas 8 manos que sin mostrar rostro, empezaron a dejar caer pequeños paquetitos envueltos en papel regalo.

Era todo un acontecimiento, me hizo acordar mis épocas infantiles donde tirado en el suelo me mataba con el del costado para agarrar la fruna que había sido arrojada por la  piñata que acababa de morir descuartizada. Así con las mismas, la camioneta se fue. Nunca apagó el motor, nunca mostraron la cara, sólo fue cosa de 2 minutos, en los que los paquetitos caian de las ventanas abiertas justamente para que sólo pasen las manos con los paquetitos.

Me acordé de las varias amigas que desde hace unos años me entero que hacen proyectos parecidos (mucho mas organizados) todas las navidades, tal vez antes no las entendía pero ahora si las entiendo. Se siente bonito poder dar algo sin esperar nada a cambio.

No se les arregla la vida a dichos niños, pero al menos se logra que esperen estas fechas con ánimo e ilusión.

Felicitaciones a todas las personas que ayudan o hacen que algunos niños pasen estas épocas con una sonrisa y algo de alegría. Sigan haciéndolo cada vez con mas ganas!!

La verdad es muy bonito que te ayuden, pero es más bonito ayudar (sin calcular que luego esta persona me devolverá la ayuda cuando yo necesite). Hacer un bien desinteresadamente equilibra nuestra paz interior. Yo antes no lo entendía, ahora si lo entiendo.

Se acuerdan lo feliz que se ponia el chavo del 8 cuando comia una torta de jamón?

Pero ello no maquilla la inapelable y lamentable derrota del chocolate caliente. Ahora tengo chocolate en mi casa para tomar hasta fiestas patrias.

No gustan pasar a tomar una tacita de chocolate caliente?

Feliz navidad para todos! disfruten!


Videito de 2 cracks tomando lonche en navidad

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dejame tu comentario! Gracias por leerme!