domingo, 19 de mayo de 2019

La estrepitosa realidad de la ciudad prohibida

Sali corriendo porque, para variar ya estaba tarde. El taxi me esperaba ya en la puerta y yo ni si quiera me había puesto la corbata, claro en el taxi será. Era evidente esperar el tráfico de un día de semana por la mañana, gente estresada por la ingente cantidad de carros que ocupan la ciudad.

Esta es una gráfica bastante representativa de nuestra sociedad. Valoramos más nuestra dependencia al estatus, prefiriendo luchar contra el tráfico que adquirir otros medios de transporte que nos enfrasquen menos y nos diviertan más. Pero entendemos esto último como signo infravalorado de nuestra capacidad de tener.

Muy bien lo podemos ver en aquellas ideas espectaculares de tan idílico alcalde que pensaba que el tráfico se combate con menos parques y más carriles.

 Los países con mayor desarrollo socioeconómico tienden a minimizar el uso del automóvil, pero nosotros vamos unos añitos por detrás. En Holanda, Alemania y los países nórdicos priorizan al transporte ecológico sustentable antes que la proyección de la imagen de valor que creemos que nos da la capacidad de adquirir un auto.

1 hora es mi tiempo estimado desde San Borja hasta el centro empresarial. Si fuera un domingo, el tiempo sería, según maps, de 21 minutos.


Mientras me pongo la corbata miro por la ventana la actitud responsable de la gente que maneja mientras chatea, se maquilla o leen el periódico. Como hasta ahora no les ha pasado, piensan que nunca les pasará. Bien dicen que la mayoría de accidentes ocurren en casa, estamos tan acostumbrados que nunca ocurra nada, que dejamos de buscar el cuidado de la acción. Nos relajamos por sentirnos seguros. Sólo hace falta una vez para que nuestra vida se vaya por el desagüe.

Empiezo a repasar mi floro, no sólo con palabras, sino con esa conexión emocional que detalla la entonación y la mirada brillosa. Si no me pongo nervioso, la convenzo que su empresa necesita desesperadamente mis servicios. Total, soy un filósofo moderno, puedo hacerte sentir lo que yo quiero que sientas. A menos que me ponga nervioso y ahí la cago pues, para que negarlo.

El chofer me mira asustado por el retrovisor mientras hablo solo en el asiento de atrás, hasta que mi discurso se hace repetitivo y me pregunta si quiere que baje el volumen.

-          - No se preocupe señor, me viene bien un poco la distracción de la radio para solventar lo inesperado.
-          - ¿Qué, tiene una entrevista?
-         -  Maso, tengo una presentación inventada de la razón por la cual una empresa gana 100  y no 101.
-         -  Ah ya, entonces lo dejo que practique – me dijo el buen hombre.

Miré el reloj y eran las 8:30, la reunión era a las 9 y recién íbamos aquisito nomás. Llegaré?  Tranquilo papi, pensé, si que llegamos.

Iba a cambiar mi actitud, dejaría de ser el empático agradable que entiende y acompaña, para ser el arrogante creído que la haría sentir que si no me contrata, su empresa iba a bajar un 13% de productividad dentro del siguiente año fiscal. Y rápido que tengo otras 3 reuniones dentro de la mañana. Puro floro claro, pero a ver que tal sale esta actitud de “te estoy haciendo un favor al estar aquí”

Cierro los ojos, me centro y visualizo vívidamente mi victoria, arrogante, seguro y con poco interés en tu humilde contrato de 6 mesesitos nomás. Escuchaba fuerte su decisión de querer trabajar conmigo porque me necesita. Además, un par de sonrisas y miradas coquetas la harían querer volver a verme, vamos que en los negocios todo vale. Bueno, no todo, pero esto si.

Abro los ojos y veo el teléfono, 8:55 y estamos estancados en el óvalo de Camino Real. Ahí me fui un poco.

Ay, tantas veces en el real 1 y 2 para ver las películas de estreno (en realidad iba a mirar a las flacas que iban al cine, era un hit) , en el pimpilimpausa, en el pinball del sótano, uy el Bembos de fuera, que bien se gileaba ahí, por una porción de papitas tenias un par de  números fijos a los cuales acceder si te sabías la clave del teléfono o el candado que tu vieja ponía en el teléfono de tu jato. Por cierto, nunca me sirvió eso de presionar el cosito del auricular tantas veces como número tocaba. Creo que era un mito.

Oye webón, despierta!!! Son las 8:58 y tu reu es a las 9!!!

Le dije al buen señor que ahí nomás me bajaba y que gracias por la comprensión de hablar solo como loquito.

Bajé en el mismo óvalo y salí chutado al centro comercial.

-          - Cóño, no llego, no llego.

Cogí el ascensor a las 9 am en punto, tecleando el piso 8 varias veces como si eso hiciera más rápida a la máquina.

-          - La ptm, 1 hora y encima llego tarde, no me jodas.

Con las manos en los bolsillos caminaba y caminaba dentro de los 3 m2 que circundan al ascensor. A los pocos segundos, ya había como 5 personas esperándolo.

-          - Uy y ahora a ir piso por piso para que se vayan bajando, que no llego

- ¿Las escaleras? Llegué a pensar. No, no, no.

Llegó el encomiable ascensor de los 80´s. A pesar de la prisa, que entren primero los otros pasajeros verticales.

Empiezo a ver los números marcados. El 2 (no me jodas, por eso la barriga pendejo, 1 piso!!!) el 5, el 6, el 8 y el 10.

-          - La madre que lo parió!! – Eran las 9:03. Ya estoy tarde!!

Cuando el ascensor se abrió en el piso 8, salí rápido pero dignamente, con desinterés aparente. Volteo la mirada y busco la oficina 803. Acelero el paso, toco el timbre a las 9:05 y la señorita muy amable me abre con una sonrisota (linda)

-         -  Hola, muy buenos días – me dice

-          - Hola, tengo una reunión con juanita de los palotes – respondo con educación. 

-          - Si claro, a que hora?

-        -   A las 9.

-         -  Pero, ella está en una reunión fuera de la oficina, está seguro que la reunión es a esta hora?

-          - Claro, mira tengo el correo aquí – le enseño el correo.

-          - A mire usted, mil disculpas, debe haberse olvidado, pero si me deja su número ella se comunicará con usted.

-          - Ah claro, mira toma mi tarjeta (%&#$%&)

Salgo de la oficina contrariado, bajo en el ascensor pensando como la gente es tan gente. Llego al primer piso y me digo, vamos a desestresar la mierda con un pinball de esos de shooting.

Llego a lo que era el pinball y no me sorprendí al ver un local vacío.

Salgo zapateando como el chavo “todo yo, todo yo”

En la puerta, me encuentro con el señor taxista que recién había salido del óvalo.

-          - Señor, me regresa?

BTW, hasta ahora no llama.

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