domingo, 17 de febrero de 2019

Una ciudad de 4 pisos


Estuve meses intentando ubicar piso por internet antes de ir, pero la cruda realidad me hizo reservar un hotel por 1 semana. El flujo de encontrar piso se hace básicamente en persona, la gente quiere conocer directamente al inquilino, asi que mis intentos por hacerlo por videollamada fueron infructuosos.

Mi segunda candidez fue pensar que luego de 1 semana en un hotel, iba a encontrar piso.  Jajajaja se burló la realidad de mi.

Lo único bueno del hotel eran su ubicación y la recepcionista argentina.  Aunque como no conocía la ciudad, sólo iba del hotel a la escuela y de ahí salía a caminar como si estuviese atado al mismo con una cuerda de unos 300 metros de longitud. Salia, caminaba un poco y decía, ya hasta aquí está bien, y volvía por sobre mis mismos pasos.

Buscaba piso por internet, llamaba, escribía, vi un par pero quedó en nada. Tuve que sacar un piso en Airbnb por 2 semanas.

Estaba a 3 cuadras de la Sagrada Familia, mi compañero de piso era Jose María Tarragó, un tio de unos 70 años que iba solo por la vida, no tenía a nadie, por lo que rápidamente nos encariñamos mutuamente. Me contaba sus historias de amores intensos en Marruecos, Italia, Panamá, India y etc. Era un don juan que tenía historias por todo el mundo.

En ese momento,  me contó, se estaba trabajando a “una chavalilla de 45 añitos”. 

Una vez preparó Paella para los 2, sacó un cava y comimos buenazo. Era hablador, carismático, risueño y consejero. De esos que dan consejos inopinados a todos y sobre cualquier tema. Una vez me vio partiendo la pasta en 2, antes de meterla a la olla y casi le dio un ataque.

-          ¿Qué haces??? – me dijo subsayando una orden dentro de la pregunta.

Estuvimos juntos 2 semanas, mientras seguía buscando piso. Despues de muchas visitas a pisos que no se daban, estaba a punto de quedarme un par de semanas más con Josemari. Estaba aburrido de ir a visitar pisos cochinos, enanos y lejos de mi Escuela. Incluso una vez, sólo por teléfono me preguntaron de dónde era, me sacaron el acento coqueto. Cuando le dije que era peruano, me dijo que no. Es difícil encontrar piso en Barcelona “Es que está de moda” me decían. 

Hasta que un día vi en idealista un piso en Rector Triadó, a 3 cuadras de mi Escuela.

“Somos 2 chicas de 29 años, simples, sencillas, bla bla bla (todos piensan que son agradables y normales, hasta que les pones el espejo, pensé), con una perrita “tranquilita” y buscamos un compañero bla bla.”

-         Esta es la mía, cercano a la escuela. Voy con mi mejor sonrisa, les cuento un par de chistes y es mio.

Cuando toco el timbre, aquella perrita “tranquilita” salió disparada dispuesta a comerme una pierna.
El cuarto era realmente pequeño, pero dado que solo lo iba a utilizar para dormir, se me daba bien, sobretodo por la cercanía a la escuela.

Durante mi estancia en ese piso tuve una relación amor-odio con esa perrita bautizada como Kenya. Al final nos volvimos buenos amigos, pero me costó. Luego de un par de meses, llegó otra perra, Leona, que si era tranquilita, pero entre las 2 se alborotaban, y me alborotaban a mi. Perjudicaron mi debilidad capilar. Ni contar los postres de chocolate que dejaban en el salón, que era como un campo minado.


Yo tenía clara la cosa, durante mi estancia en Barcelona tenía que aprovechar para aprender todo lo posible, asi que me hice un horario estricto para estudiar y practicar mucho, que originó que luego me gane la chapa de “Excel con patas”.

 La biblioteca de la escuela cerraba a las 9 pm todos los días, y yo estaba siempre ahí, todos los días a las 9  pm justo para que venga la encargada a decirme ya vete.

Todos los días, me decía lo mismo, me iba cuando me echaban. Me comía todos los libros que pasaban por mis manos. No sólo los leía, los resumía en mi compu.  Quería y quiero, ser cada vez mejor en el coaching, y es fácil cuando te gusta tanto.

Después de unos meses, cumpliendo la rutina disciplinada, un buen día me doy cuenta que se me hizo costumbre salir de la biblioteca a las 8:20.

Llegaba más temprano a casa para conversar con una de mis compañeras de piso, me encantaba hablar con ella, me divertía y aprendía mucho de ella. Hablaba un montón y me servía para sacar causas profundas que originaban sus comportamientos superficiales.

Era una persona con un potencial enorme, pero ella no lo veía. Se sentía muy normal, y de normal tenia poco.  Estaba por encima de la línea que sostiene al promedio.  Pero para hablar de ella necesitaré otro post entero. 

Creo que estuve como 7 meses ahí, hasta que me mudé, gracias a un amigo del máster, a un piso justo enfrente de la escuela, que era lo primero que se veía desde el balcón, sólo había que cruzar la pista.
La mayoría de sábados había fiesta en ese piso, desde almuerzos deliciosos hasta bailetones a los que sólo les faltaba la orquesta.

Era el piso donde todos caían. Cualquier cosa que había era “en tu piso”.  Pero claro, si está justo enfrente de la escuela.

Los sábados antes de ir a clases, salíamos al balcón a ver si el profesor ya había llegado.

Era el piso de Pepe con su parlante Bose, tan pequeñito como poderoso, que incluso una vez casi le hace romperse una costilla. De Oscar y sus fideos con atún  y de Mariu, la encargada de echar a la gente cada vez que quería que se vayan.

-Mariu, ya me aburrí, quiero que se vayan

Y salia ella tan achorada, a agradecer a todo el mundo por la visita pero ya chau.

Mariu me acompañó al aeropuerto y casi casi me vio llorar de pena por decir adiós a Barcelona.

Le tuve que decir que me había entrado una basurita en el ojo. Claro que me creyó.

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