Cuando se cerró la puerta me quedé confundido.
Pensé que la presentación no había salido como esperaba.
Suelo controlar mucho los gestos ya que decimos más por los gestos, movimientos
y entonaciones que por las mismas palabras. Estas últimas se pueden dirigir,
los otros no. La Directora frunció 3 veces el ceño, bajó la mirada a los
documentos y se perdía de rato en rato de lo que le estaba diciendo.
En un momento se paró y salió de la sala, cuando entró de
nuevo me preguntó cuando podíamos empezar.
Mientras intentaba bajar la intensidad del momento para no
crear situaciones que no habían sucedido, caminaba por aquellas veredas de la
universidad que tanto recorrí cuando era estudiante, los recuerdos venían a mi
memoria de forma incesante, como aquella vez que luego de una práctica de Mate
1 en generales, con todo el pabellón de estudios generales lleno de gente, me
paré en una jardinera para buscar un amigo entre la multitud y cuando lo
encontré salté al suelo con tan mal cálculo que terminé aterrizando con los
brazos hacia delante y la mochila en la espalda que no estaba cerrada y todos
mis papeles y cuadernos salieron volando delante de todo el mundo. Papelón total,
pero me hice el loco, me paré como si no hubiera pasado nada y fingiendo que no
escuchaba las carcajadas de todos los presentes cercanos a mi. Dignidad ante
todo, incluso si tienes que comerte el dolor en la rodilla para no cojear.
Parece que fue ayer. No se trata tanto que la vida pase
muy rápido, sino que nuestra capacidad de guardar las experiencias importantes es
más intensa y los recuerdos archivados quedan más a mano cuando crecemos, y nos
acordamos tan bien de ellas, que parece que ha sido hace poco.
¿Le dije el precio del proyecto? Porque en la universidad
todos son muy buenos y agradables y les interesa los servicios que les ofreces
hasta que les dices el precio, como si no tuvieran, que son S/. 700 de promedio
del crédito por 10,000 estudiantes mas o menos. Si son 20 créditos de promedio
por ciclo, cada estudiante paga un promedio de 14,000 soles por ciclo. Si lo
multiplicamos por 10,000 alumnos nos quedamos sin pelo. Pero para invertir en
proyectos de estudio de la humanidad del ser, pues resulta que no les alcanza
la plata.
Cuando paso por el pabellón de Derecho, me quedo un rato mirando,
hacia la biblioteca. En la plaza de en medio
hay una estructura de metal que parece el caparazón de una tortuga
biónica, que muy bonito pero innecesario, vamos que sabemos que al no tener
fines de lucro, tienen que gastar excesos de activo.
Cuantas tonterías hicimos en ese patio. El pabellón de derecho
en frente del pabellón de comunicaciones, los que iban en terno a dar examen
oral, frente a los que iban en pijama a filmar sus cosas. Tremenda ensalada se
hacía en medio. Igual yo siempre me sentí más identificado a los de enfrente,
pero no me daba cuenta.
Recordé la primera clase de la facultad, cuando el profesor
nos hizo salir uno por uno al frente a hablar delante de todos, exponiendo la
causa principal por la cual estudiábamos derecho. Que puto roche, pensaba. Cuando
salí, rojo como un tomate, con miedo de caerme como aquella vez en estudios
generales, levanté la mirada y vi como 60 ojos juzgadores atentos a mi como si estuviera
a punto de decir la clave de la vida ¿Cuándo coño están unos chavales de 17-18
años tan atentos?
Dije lo que se me salió del alma, “quiero estudiar derecho
porque quiero ayudar a las personas a encontrar justicia” cuando terminé miré
al profesor como pidiéndole por favor que me deje ir a mi sitio y volverme
invisible de nuevo.
Justo en ese momento vi la carita de una chica que me
enamoró y gracioso fue que años después tuviéramos un tórrido romance. Que todavía
no pasa, pero se la tengo jurada y en cuanto se descuide …. Es que cuando se me
mete algo en la cabeza, ya puede correr todo lo que quiera, pero no esconderse. Hablo de personas y situaciones.
Quien diría que luego de muchos años, esa situación que
tanto me incomodaba, de estar hablando frente a un grupo de gente, se me
hiciera tan excitante, fácil y deliciosa.
Se pasearon por mi cabeza todos los hermosos galifardos que felizmente acompañaron
mi camino universitario, unos más diablos que otros, y que ahora andan la
mayoría tan maduritos y seriecitos, con su diligente excepción, aquel carismático
que sólo envia audios al grupo de wasap que casi nadie escucha.
Me acordé de aquella olimpiada de derecho en la que hicimos
justo papelón en el campeonato de fulbito, pero nos importó poco porque de ahí
nos pusimos a coleccionar muchas chapitas de cerveza.
Recordé aquella tristemente situación mediática que sucedió
en un almuerzo de derecho que tuvo a mal traer a una buena amiga durante buen
tiempo. Cuando una persona quiere mentir
para hacer daño, puede hacer mucho daño, incluso a gente que está fuera de su
radar del perjuicio.
Regresé a mi, ya estaba llegando al estacionamiento que está
detrás del pabellón G. Cuando subí al carro y cerré la puerta me quedé
pensando.
Total ¿en que quedamos al final?
La madre que parió a mi concentración!
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